martes, 25 de octubre de 2016

¿Qué es el Yoga Integral?

El Yoga es, desde sus orígenes, una tradición holística, global, integral. Sólo si exploramos este hecho con el máximo cuidado podremos acceder, con la profundidad que se merece, a su verdadera potencia transformadora.


A pesar de buena parte de las tendencias actuales de reducirlo a una disciplina de trabajo “meramente corporal” (llegando a extremos de distorsión tales como la competición o un burdo culto al cuerpo), el Yoga es, desde sus orígenes, una tradición holística, global, integral. Sólo si exploramos este hecho con el máximo cuidado podremos acceder, con la profundidad que se merece, a la verdadera potencia transformadora del Yoga (que, intrínsecamente, es Integral), tal y como fue planteada esta disciplina en sus orígenes y desarrollada desde entonces hasta la actualidad, así como a las inspiradoras perspectivas de futuro que se abren para nosotros al hilo de sus planteamientos.
 Fruto de un cierto “reduccionismo fisicalista” propio de la modernidad de nuestras culturas “occidentales” (y su impronta en oriente), el Yoga se encuentra en un momento muy peculiar de su historia. Si bien, en la actualidad, la palabra “yoga” es sobradamente conocida por más personas que en toda su historia, para la inmensa mayoría se asocia exclusivamente con la práctica de “āsana” (postura), evocando la imagen (alentada por la publicidad) de un cuerpo esbelto con ropa deportiva realizando posturas bellas y (a menudo) complejas.
Si bien la ejecución de āsana es en extremo relevante y, de hecho, especialmente necesaria en nuestras sociedades, basta con echar un pequeño vistazo a toda la vastedad de la tradición para comprender que el Yoga no sólo no se reduce a la práctica de āsana sino que, como práctica en sí, tan sólo constituye una parte de lo que podríamos llamar eYoga integral y sus sendas (ver propuesta de Curso-Sadhana más abajo)Entonces…
 ¿Qué es realmente el Yoga y por qué es, necesariamente, “integral”?
El vocablo sánscrito yoga proviene de la raíz verbal “yug”, que podríamos traducir como “unir”, y que, por derivación histórica desde las lenguas indoeuropeas, produce en castellano el sustantivo afín: “yugo” (apero tradicional de madera que une a los animales para trabajar la tierra). En suma, podríamos decir que Yoga significa unión.
Pero ¿qué es lo que se une en esta unión?, ¿qué es lo que se encuentra dividido y requiere unirse? La tradición yóguica expresada en los Yoga Sutras de Patañjali propone un posible modelo, de una sencillez y claridad preclaros, para responder a esta pregunta.  Es un hecho: el ser humano sufre, se encuentra expuesto a una profunda aflicción estructural que, según Patañjali, está basado en cinco causas fundamentales (kleshas):
  • La ignorancia (avidyā) de nuestra verdadera naturaleza (no-dual).
  • El sentido del yo (asmitā) como individuo aislado, que se deriva de esa ignorancia primordial, de forma que en el proceso de esa identificación se genera un “personaje” cuya identidad conduce a los siguientes kleshas:
  • Los apegos (rāga), lo que “nos gusta” (aquello ante cuya ausencia sentimos dolor).
  • Las aversiones (dvesha), lo que “no nos gusta” (aquello ante cuya presencia sentimos dolor).
  • El angustioso terror a la muerte (abhini-vesha) al que nos exponemos los humanos por ignorar nuestra propia naturaleza y confundir el “Ser” con el “yo” (la ilusión de un individuo aislado, sujeto a la corrupción del tiempo).
La unión a la que alude el yoga supone, por tanto, una (re)conexión con nuestra verdadera naturaleza, equilibrando el desequilibrio, integrando lo desintegrado, uniendo lo dividido a través del acceso a la consciencia de la inefable no-dualidad fundamental del ser. La plena experiencia continuada de esta forma de consciencia suprime de raíz las causas del sufrimiento humano y, por tanto, sume al yogui o yoguini en un estado de supraconsciencia (samādhi), de bienaventuranza (ānanda), de liberación (moksha).
Entonces, ¿por qué el Yoga es, de forma inherente, integral? Podemos definir “integral” como algo que “comprende todos los aspectos o todas las partes necesarios para estar completo”. Entonces, dado que la semilla para la liberación se encuentra en todos los seres, en todos los ámbitos de la existencia,cualquier circunstancia puede constituir, desde la actitud adecuada, una senda para la expansión de la consciencia, una rama del gran árbol del Yoga.
El Yoga es pues, inherentemente, Yoga integral, entendiendo que cuanto mayor sea el número de frentes desde los que tratamos de acceder a esa unidad, cuantos más espacios de nuestra vida sean enfocados desde la atención y en pos del autoconocimiento, cuanto más global, profunda y completa (integral) sea nuestra práctica, más nos acercaremos a comprender quiénes somos en realidad.
Múltiples son las fórmulas inspiradoras a través de las cuales se ha tratado de definir esta tradición atestiguando su condición integral. Así, se dice que: Yoga es “un sistema para obtener salud y armonía total”; “un conjunto de técnicas y actitudes de purificación y perfeccionamiento del ser humano a nivel físico, mental, emocional, ético, etc.”; o también, “vía para reintegrar la consciencia individual en la consciencia cósmica a través de la realización de la armonía entre la cabeza, el corazón y las manos”.
Este es el sentido de practicar, conjuntamente y con la máxima precisión, todas las vías propuestas por las Sendas del Yoga: la integración y el control de la mente (raja yoga), el equilibrio del cuerpo y las energías sutiles (hatha yoga), el desarrollo del discernimiento como vía de acceso al conocimiento sapiencial (jñana yoga), la reconversión alquímica de todas las emociones en amor incondicional, devoción (bhakti yoga), la acción plenamente consciente y desapegada (karma yoga)…
Aleister Crowley, un prominente místico inglés de finales del siglo XIX y principios del XX que trabajó intensamente en la introducción de los aspectos más inspiradores de la tradición del yoga y el tantra en occidente, se refiere a esta cuestión con una brillante cita que bien puede servirnos de broche para concluir:
“Nos corresponde (…), si deseamos alcanzar el yoga universal y final con el absoluto, domeñar cada elemento de nuestro ser, ponerlo a salvo de cualquier guerra interna o externa, intensificar todas nuestras facultades al máximo, entrenarnos en la sabiduría y la fuerza sin escatimar esfuerzos, de suerte que cuando llegue el momento oportuno nos hallemos en perfectas condiciones para arrojarnos al horno del éxtasis cuyas llamas ascienden desde el abismo de la aniquilación.”
Víctor G. Cruz
http://www.yogaenred.com/

lunes, 24 de octubre de 2016

Necesidad de silencio

Ciertamente, en un mundo tan contaminado por la constante necesidad de impresiones nuevas, se hace necesaria la creación de espacios de silencio y calma donde poder cultivar la olvidada conexión con el sí mismo, el Atman.





“Una de mis grandes obsesiones es el silencio. El silencio como necesidad fundamental.
En un mundo tan ruidoso como el de hoy, el silencio se ha de producir, se ha de ‘fabricar’, porque ya no existe”.
                                                                                                Jaume Plensa (escultor)
La conexión con el Ser sólo es posible lograrla a través del recogimiento, la soledad y el silencio. Sin embargo, la realidad es evidente: hoy en día tales condiciones son cada vez menos fáciles de encontrar.
Día a día las impresiones son mayores en número y reclaman nuestra atención constantemente logrando aquel objetivo por el que muy posiblemente fueran creadas: el olvido de nuestro Ser. Y, por extensión, el olvido del potencial infinito que el ser humano alberga en su interior.
Por este motivo, se hace urgente a la vez que imprescindible la creación de condiciones de espacios de silencio que favorezcan la experiencia de la reconexión consciente con el Ser.
En el silencio todo un mundo nuevo aparece. En realidad no es nuevo, sino más bien olvidado. Lo hemos olvidado al ir detrás la efímera excitación que la multiplicidad de impresiones genera.

Sin embargo, ese mundo interior es nuestro, forma parte del patrimonio de la humanidad. Nos pertenece por derecho de nacimiento y a través del silencio su reconquista es posible, y con ello el retorno a nuestra patria verdadera: el estado de unidad.
Emilio J. Gómez / http://www.yogaenred.com/

domingo, 23 de octubre de 2016

La buena salud es resultado de la coherencia y el equilibrio


Varias de las medicinas complementarias o alternativas sostienen que la buena salud es fruto del equilibrio interior, más que de cualquier factor externo. Ese equilibrio, a su vez, se logra a partir de la coherencia en la forma de pensar, sentir y actuar. Todo ello se consigue cuando logran resolverse los conflictos que muchos guardamos.
Para llegar a esas conclusiones, hay ramas como la “patobiografía” que estudia el momento de la vida en que se produce una enfermedad. La Fundación Chiozza de Argentina, por ejemplo, tiene miles de casos reseñados durante 30 años. En todos ellos, logró encontrarse una relación directa entre la pérdida de la salud y algún conflicto que las personas se negaban a reconocer.
Por su parte, Enric Corbera, psicólogo español, señala que la clave para recuperar la buena salud es llegar a la “emoción oculta”. Según él, dicha emoción podría ser incluso transmitida desde una generación anterior.
“El equilibrio es el perfecto estado de agua calmada. Que ese sea nuestro modelo. Permanece tranquilo en el exterior y sin disturbios en la superficie”
                                                                                                    Confucio

Así las cosas, para tener una buena salud tenemos que indagar en nuestro interior para identificar aquellos rincones oscuros que necesitan una limpieza. La toma de consciencia se traduce en comportamientos más coherentes, es decir, más acordes con lo que realmente deseamos hacer. Finalmente, esto se proyecta como un estado de mayor equilibrio y, con ello, nuestro cuerpo se encontrará mejor.

La buena salud y la coherencia

►Sehabla de coherencia cuando coincide lo que sientes, con lo que piensas y haces. Ningún ser humano tiene una coherencia absoluta, pero quienes ostentan una buena salud mental sí son básicamente coherentes en los aspectos más importantes de sus vidas. Por eso no tienen que hacer un gran desgaste emocional frente a cada situación.

Las personas coherentes suelen sentir interés por su trabajo. Buscan las compañías que les agradan y establecen relaciones en las que prima la armonía y el afecto. También son buenos negociando con las limitaciones naturales que perciben en ellos, sin caer en angustia o la desesperación. Y, como precisamente tienen esa coherencia, en general gozan de buena salud, ya que sus emociones se mueven a un ritmo que pueden controlar y del que se puden servir.
En cambio, otras personas experimentan un malestar constante por su forma de vida, pero no atinan a precisar exactamente de dónde proviene, ni tampoco hacen esfuerzos reales para superar esa inconformidad. Quisieran ser otros, o vivir de otra manera, pero no se esfuerzan realmente por hacer esos cambios.
En ese caso, cada situación puede implicar un alto grado de desgaste emocional. Si trabajan en lo que no desean, tendrán que hacer muchos esfuerzos para soportarlo. Si viven o establecen lazos en los hay un fuerte componente de daño mutuo, se verán obligados a sortear miles de dificultades a cada rato. Y así las cosas, en ese maremágnum de emociones encontradas, lo más probable es que su salud termine resintiéndose.

El equilibrio y la salud

Muchos definen la enfermedad como la pérdida de equilibrio en uno o varios aspectos de la vida. Un malestar de salud estaría indicando que se ha producido un exceso o un defecto en el intercambio con el entorno. Y, principalmente, que el organismo no ha sido capaz de sortear la falta o la abundancia de algo.
Cuando las emociones están alteradas por alguna razón, lo que ocurre es precisamente que nuestro cuerpo pierde su equilibrio y no puede funcionar normalmente. Ese desequilibrio es químico en primera instancia, pero si se mantiene por mucho tiempo repercutirá físicamente en la estructura de nuestros órganos.

Esto se comprueba fácilmente cuando, por ejemplo, tienes un gran enfado, o has vivido algo que te impresiona mucho y luego te piden que comas. Seguramente tu propio cuerpo se encargará de rechazar el alimento, porque primero debe apaciguar los efectos de esa experiencia. Una vez restaurada la calma, volverá a asimilar la comida con normalidad.
El ejemplo es simple, pero sirve para ilustrar la forma en la que lo emocional puede condicionar el funcionamiento de nuestro cuerpo. Y si eso ocurre con frecuencia, en definitiva, el cuerpo termina enfermando. Pero no es el factor externo lo que te enferma, sino esos conflictos que se expresan como estados emocionales alterados y que le impiden a tu cuerpo aceptar y procesar lo que viene de afuera. El camino de la salud es llegar hasta esas emociones disfrazadas, quitarles la careta y resolverlas.

Edith Sánchez/ https://lamenteesmaravillosa.com