sábado, 23 de julio de 2016

David Topí : Cuarenta piedras en el camino‏


El proceso de crecimiento por el que todos pasamos camino a estadios personales más elevados de consciencia pasa por muchos altibajos: volvemos atrás cuando creíamos haber avanzado un montón, nos enredados en problemas o situaciones que creíamos superadas, nos encontramos con montañas que pensábamos que ya habíamos escalado, y volvemos a caer en los mismos pozos de los que tanto trabajo nos había costado salir. Es normal. Es así como funciona. El camino de crecimiento no nos lleva en línea recta y sin retrocesos, más bien al contrario, cada cosa que aprendemos, integramos y nos hace expandirnos, consiste en un montón de pasos adelante y unos cuantos hacia atrás, hasta llegar a cristalizar y afianzar ese algo nuevo, sea un nivel evolutivo, sea un conocimiento convertido en sabiduría, sea una habilidad desarrollada y afianzada.
Funciona como las olas que llegan a la orilla donde van erosionando una piedra que lleva ahí quieta durante mucho tiempo, cada ola que llega la moja un poco, la recubre, la envuelve, le quita un poco de la arena que tiene alrededor, pero solo una de ellas, la ola final, es la que por fin arranca la piedra de la playa arrastrándola de vuelta al mar. Si la roca es un problema, un obstáculo o una meta que nos hemos propuesto, hay miles de asaltos hasta que finalmente se conquista el castillo, y con cada asalto que nos acerca un poco más nos alegramos y pensamos que ya estamos casi a punto de conseguirlo, y con el siguiente paso que damos resulta que nos quedamos a medio camino o incluso parece que hemos retrocedido en el intento.
Pero teniendo esto en mente, uno aprende a tomarse los objetivos con humor y sobretodo con constancia. No hay nada que no se pueda conseguir con constancia, y sabiendo que muchos pasos que demos adelante luego tendrán por ahí en medio uno o más pasos hacia atrás. Lo que sucede es que los pasos adelante nos parecen normales e incluso “lo que toca”, lo lógico siempre es avanzar, y nos duele o nos desanima cuando vemos que, en algún momento, parece que nuestra ola no llega nunca a alcanzar la piedra.
La necesidad innata de crecer
El ser humano es un ser que por naturaleza propia siempre tiende al crecimiento, pues las fuerzas interiores de la Creación que moran en cada uno de nosotros, desde las partículas que forman nuestros átomos hasta la consciencia del ser que somos no concibe la existencia si no es como un proceso de crecimiento y aprendizaje en cualquiera de los sentidos y formas en los que el concepto de aprendizaje pueda llevarse a cabo. Como todo sirve para algo, incluso los pasos hacia atrás en pos de objetivos de crecimiento y transformación interior están destinados a que se aprenda o se consolide algo. Cada paso siempre es como una piqueta puesta en la roca de una montaña para que mucha gente pueda escalarla, aunque el primero que pone la piqueta nunca sube en línea recta y sin tener que volver atrás cientos de veces para revisar, ajustar, encontrar la mejor forma de poner los seguros, etc.
Los que abrís caminos para otros estáis destinados a avanzar y retroceder múltiples veces, estáis destinados a dar mil vueltas a las cosas antes de comprenderlas, estáis destinados a sucumbir ante mil engaños y desinformaciones antes de encontrar la fórmula que os permite desenterrar la verdad y la información correcta. Como todo, además es un gran juego, dentro de la burbuja holocuántica que representa vuestra propia realidad individual, así que escalar la montaña para abrir camino a los demás se convierte en una prueba de auto superación donde te tienes que divertir mientras vas buscando la forma de sostener las cuerdas que quizás alguna otra persona, en algún otro momento, quiera usar para apoyarse en su propio camino de escalada personal. Que use tus cuerdas no significa que siga tus pasos, simplemente se cruzan ambos caminos y en esos puntos puede usar uno de los puntos de apoyo que otros que van por delante nuestro, en sentido figurado y en cualquier dirección, han puesto para ellos mismos y han dejado ahí para el bien común de quien quiera usarlos.
Así, nadie está destinado a seguir el camino evolutivo de nadie más, de hecho, es imposible, ya que no hay dos hojas de ruta iguales en el universo que el ser que somos haya podido copiar o calcar del ser de al lado. Cada mónada, cada esencia, cada Yo Superior, cada SER tiene sus propias ecuaciones de elección a la hora de preparar el sendero que desea recorrer, y hay a quien le gusta ir a un ritmo y hay a quien le gusta ir a otro. Hay quien escoge picos escarpados para ver desde la cima de la montaña todo el valle y luego con vista de pájaro va animando a otros escaladores con la información recogida desde sus alturas, y hay quien escoge senderos amables y tranquilos y va explicando cada detalle del mismo con minucioso detalle para los que no se paran nunca a ver los paisajes.
Los que estáis destinados a trabajar para asistir a los demás, os caeréis más de una vez de la roca, os tropezareis más de una vez con las piedras, os perderéis en múltiples laberintos una y otra vez, u os dará más de una rama en la cabeza al ir mirando por todos lados las pistas de la supuesta senda correcta, pero no importa, pues no deja de ser espectacular comprender cómo se puede uno caer y gracias a ello encontrar nuevas técnicas para levantarse, no deja de ser espectacular aprender como se puede uno chocar contra una rama y enseñar a otros a no hacerlo, y no deja de ser espectacular darse cuenta de lo estupendo que es ir abriendo camino y enfrentándose a lo desconocido, para luego marcar con una X el punto en el camino y decir, yo pase por aquí, cuarenta veces, antes de poder seguir adelante.
un abrazo, 
David Topí

viernes, 22 de julio de 2016

¿Quién eres?


En primer lugar afirmamos por nuestra propia experiencia algo fundamental: Quien Realmente Eres lo tienes que descubrir tú mismo/a.

Desde nuestra evolución podemos añadir que Quien en verdad Eres, es lo mismo en esencia a lo que Somos Todos. ¿Por qué hacemos este matiz? Porque hemos llegado a la comprensión de que existe una semilla profunda en todo ser humano, una especie de recuerdo, en el que cada aspecto de la vida que nos hace sentir bien, tiene una analogía completa con una sensación de bienestar universal. Y esto es algo que no podemos eludir. Desde nuestra experiencia a nivel interno, hemos aceptado que cada Ser es una chispa de la vida, y que ésta, la vida, siempre será -por siempre- parte de todo lo que vive, parte de todo lo que Es. Y también sabemos por esta aceptación, que la vida no conoce muerte alguna. Si quieres saber Quién Eres, sería muy interesante que supieras qué es todo aquello que no eres. Si de alguna forma te resuena que no eres el cuerpo físico que tienes, ya tienes en tu haber un avance muy importante. 

Sentimos que tal vez solo te resuene esto si comienzas a mirar desde otro lugar que no sea el habitual cuestionamiento mental al que siempre hemos recurrido. Si miras desde tu zona emocional (tu corazón), puede que no solo intuyas lo que te acabamos de comentar, sino, que incluso, llegues a deducir desde esa brújula real que es tu corazón, que el traje físico que llevas puesto es un mero vehículo para poder tener una larga experiencia humana. Experiencias que no puedes tener en el mundo real al que perteneces, en la Luz que sentimos como origen verdadero de tu Ser y, dicho proceso de prácticas te permite evolucionar y saber quién no eres para saber mejor Quien Realmente Eres.

Justo aquí hacemos un inciso para comentarte que todas esas interactuaciones que has tenido, han sido posible gracias también al grupo de seres que han venido contigo, y éstos han desempeñado un papel importante interpretando también aquello que no son, actuando con un guión preestablecido (si se quiere entender así), para que todos podamos crecer en estas experiencias. Sentimos que para tener experiencias acerca de quien no eres, era necesario que olvidases primero Quien Eres. De esta forma, en el momento del olvido (en el nacimiento en este planeta), comenzaste a tener esas oportunidades de evolución. Si has llegado leyendo hasta aquí y te motiva saber más de ti mismo/a, es porque tal vez comienzas a estar bien cansado/a de todas las experiencias que han suplantado a tu real Ser. De esta forma, se hace más fácil deducir y encajar lo que nosotros comenzamos a sentir tras tirar aquellos aspectos que no somos: antes de nacer aquí, ya elegiste cómo iba a ser tu vida en este planeta. 

Sabemos por medio de la intuición (tu brújula), que estás aquí tan sólo para recordar Quien Eres. Pero es algo que no podemos demostrar a no ser que quieras ir poniendo en profundidad todo esto que nosotros hemos llegado a constatar por medio de otro tipo de acoplamiento. Ese recuerdo, es algo que comienza a expandirse cuando tiras todas las cosas que no eres, que no pertenecen a tu verdadera naturaleza. Es a partir de aquí, cuando has dejado ir todos los miedos, dependencias, apegos, sistemas de creencias, cuando comienza una vida mucho más acorde a la felicidad que buscas y es cuando en verdad comienza a despegar la vida, tu vida.

Dicho de otra forma, si quieres ser tú, deja de interpretar el papel que llevas mucho tiempo intentando entender, imposible de ver desde el sistema de creencias o configuración mental que hayas creado y de paso te haga defender una serie de pensamientos que tampoco eres tú y por ello te hacen sentir mal. Para poder comprenderlo, puede que sea mejor verlo como una energía enferma situada en tu zona mental que siempre vuelve a plantearte las mismas situaciones, las mismas proposiciones una y otra vez.

Puedes hacerte a un lado comprendiendo, que si tu felicidad depende de toda esta avalancha de ideas de cómo deben ser las cosas, tu felicidad estará en graves problemas.


* SATURACIONES SOCIALES

En cada vida hay cierta predisposición para que algunas cosas cambien porque son rechazadas y esa inapetencia o, cosas que suceden en cualquier lugar, incidencias con las que nos negamos a convivir, se repiten y se repiten, vuelven una y otra vez y nos saturan. Sucede a menudo que se quiere evitar esa parte de lo que sucede y, se complica, y, las partes indeseables o bien se afianzan o bien adquieren tonos inesperados más desagradables. Entonces haces un plan, te dices que para la próxima vez vas a cambiar esto o aquello, y lo cambias. La próxima vez es otro escenario de la vida, con otras personas, con otras historias que dices conocer y en muchas ocasiones las conoces, al menos en su superficie. Tu plan es infalible en esos aspectos que crees dominar porque te dices que no te la van a dar de nuevo. Tu predisposición está afilada, a  punto para desactivar esos errores que te decepcionaron. 

Bien, ahora la cosa cambia, resulta que la madre de lo inoportuno ahora es el disfraz que lleva puesto el padre cariñoso de un buen amigo/a y, sin venir a cuento apareció el primo-hermano de la desdicha que opositó al sanguinario de tu predisposición. Para mayor espectáculo, aprovechó la situación la mujer del primo de tu hermana que es adicta al drama, intervino sin que lo esperases y, claro, sacó nuevas cartas con las que no contabas. Por esta regla de muchos, complicada por el desatino de otros candidatos a estorbarte, toda una nueva familia de raros aconteceres que no conocías de nada, se ha erguido ante tus planes y los ha bloqueado, o, más bien ahora tienes que disponerte de otra manera para que nunca más se dé otro caso así. Y tienes razón, posiblemente nunca más se dará el mismo caso. 

Tu decepción, que hizo tocar el tambor del ahogo con alguna cosa que aún quedaba por ahí dentro suelta, se juró un descanso de varios días que no te gustará volver a recordar ante nadie. No importa, no importa en absoluto, hace ya dos meses que aquello quedo atrás y te olvidaste tantas veces de dejar de acudir a las desventuras que eso lo convertiste en una asignatura que siempre apruebas. Además, ya te has dicho otra vez que a ti aquello no te volverá a ocurrir. ¿Cómo va a ocurrir lo que tú dices que sabes que no puede ocurrirte? Mas sabes que tu felicidad se encuentra tan lejos como para no encontrarla por mucho tiempo. Bien, ya estás listo/a para otra de estas heroicidades que traen cola. Pero sucedió algo, algo con lo que no contabas de nuevo. Entonces aparece otra catástrofe que esta vez te ingresa en algún rincón de tu no volveré. Por el momento. Todo esto siempre suele ser por el momento. 

Queremos apostar por algo que la experiencia nos muestra muchas veces: siempre está la persona acorralada cuando niega parte de cuanto sucede. La explicación la vemos muy sencilla. Cada vez que negamos algo que sucede, nos convertimos en el juicio que sentencia, en el esto no puede ser así, cuando en realidad sí fue así. Convertimos la sucesión de hechos negados en la parte contra-atacante de uno mismo, cuando tanto los hechos como uno mismo, ambos están en la misma vida. Queremos decir que cuando negamos la vida, nos negamos a nosotros mismos. Por tanto, podemos ver de forma clara que cuando nos oponemos a la existencia, dejamos de pertenecer a ella, y, nos instalamos en otra cosa. Y la vida lo es todo ya que todo cuanto sucede, sucede en la misma vida. ¿Y si no te gusta tu vida... por qué no la cambias? ¿Porque no la puedes cambiar? ¿Entonces cómo es que pretendes cambiar lo que no te gusta? 

Si a fin de cuentas vas a perderte aquellos aspectos que puedes aprender de aquello que dices que no te gusta. Toda resistencia es inservible, todo combate por querer cambiar lo que se asigna desde la inteligencia determinante, es inútil.


* EL PENSAMIENTO NEGATIVO

Decir que eres la verdad, cualquiera, con un mínimo de abstracción mental, puedes sentirlo por dentro. Otra cosa bien distinta es que sigas queriendo insistir en mantener la forma que le diste a la mente para confundirte con lo que dice y no acceder a la presencia que eres y que es quien observa cuanto pensamiento programado hace que te identifiques con la mente como si tú fueses ella. Explicamos algo más: la presencia que observa (Quien Eres) tiene la sobrada habilidad de ver todos los pensamientos que pasan por la herramienta mente y, cuando observas toda esta fuerza eléctrica y programada que te puede llevar a confusiones acerca de tu identidad, la mente se calla. Verás, a la mente no le hace gracia alguna que la observes, es por esto que en un estado de fuerte presencia, esta herramienta no sólo se calla, sino que esperará al momento en que ya no la observes y vuelva a decirte aquellas cosas que quieres que no aparezcan más. 

Con los pensamientos negativos pasa algo muy similar: éstos le aparecen a muchas personas de forma muy continuada y, como la persona quiere que ya no vuelvan, comienza una lucha contra ellos y, así no funciona el cambio. Muy pocos aún, han confirmado que el transmutar estos pensamientos por otros, solo funciona, OJO, SOLO FUNCIONA DESDE EL ABRAZO a esos pensamientos que no deseas. Aquí, en ocasiones surge un nuevo conflicto, ya que siempre nos dijeron que para eliminar algo, hay que entrar en lucha contra ello. Y es al contrario. Nadie conseguirá que un pensamiento negativo permute por el pensamiento acorde a la verdadera naturaleza de Quien Eres (el observador), desde la lucha, desde ir en contra de lo pensado. 

Veréis, la comprensión es muy sencilla: comencemos diciendo que el pensamiento negativo está ahí, que lo puedes identificar (si no lo puedes identificar, claramente decimos que esta lectura aún no es para ti, ya que de alguna forma deseas seguir instalado en la ilusión del tipo de vida que llevas, y por consiguiente necesitas cansarte más), y al verlo, si decides abrazarlo desde la comprensión de comprender que es una energía densa, si decides darle compasión, entender que fue algo creado por ti mismo y quedarte por unos momentos en ese estado de palpar su existencia sin negación, simplemente por lo que es, sencillamente por aceptar lo que hay, entonces sí habrás dado un gran salto hacia ti mismo por haber descubierto la clave real de esta función.

Hay aquí un componente que se suele crear a continuación: el afirmar que será muy difícil, y por consiguiente te resultará difícil, complejo, ya que estás creando una nueva dificultad, una nueva pared, un no pasaré esto. Y te aseguramos que no lo pasarás desde esta nueva versión que tú creas otra vez.

No estamos diciendo que es requisito indispensable que lo hagas con todos y cada uno de los pensamientos negativos que tengas (si son muchos aún), sino con todos los que puedas ir llevando. Si esto lo vas practicando a diario, irás viendo de forma cada vez más clara este sencillo y limpio proceso de ser más tú mismo, de estar y sentirte más en paz con todo lo que te rodea, de avanzar hacia un estado de libertad sin prerrogativas. Cuando estás inmerso en un estado de limpieza interna auténtica (y todos saben bien cuando hay algo que no funciona), todos tus potenciales avanzan más hacia ti mismo que es quien en definitiva ha estado viviendo por sí mismo (no hablamos de ego-centro con respecto a lo demás), ya que nadie puede vivir por otro u otros. 

Esto, que no parece tener relación con los pensamientos negativos, es algo muy importante a valorar, pues hay una enorme actividad hacia querer arreglarle la vida a los demás, cuando, en verdad, cada uno es libre de elegir el tipo de experiencias que quiera y, si no aprendes a respetar esto, volverás a crear resentimientos y negatividad de nuevo. Todo empieza en uno, todo es más sencillo. 


NO ERES LO QUE DICE LA MENTE, ERES LA PRESENCIA QUE OBSERVA.



LA VERDAD
Leticia R. Villaseñor & Javier G. Delgado

jueves, 21 de julio de 2016

La relación con los demás

 Somos seres de relación, y eso es algo indudable. Todos estamos abocados a relacionarnos con el resto de personas y seres que ocupan este planeta. Desde que nacemos requerimos atenciones; mientras vivimos podemos prestar las mismas y, en las postrimerías, necesitaremos nuevamente cuidados de los demás. Esto indica que, de uno u otro modo, la vida se encarga de acercarnos a los demás, y es ahí donde la calidad de las relaciones dará sus frutos.

    La relación, a diferencia del encuentro, debe ser moldeada y perfeccionada, pues el encuentro es casual y el modo de relacionarnos, causal. Esto indica que muchas veces el resultado de una relación es la mezcla de los contenidos de las personas que la componen, y otra parte, es la ley de impermanencia que también condiciona el desgaste de las relaciones, pues éstas no escapan a su naturaleza de transitoriedad.



Por ello, las relaciones son el claro reflejo de nuestra capacidad de manejarnos e interactuar con las demás personas, ya que permite en muchos casos, dejar visibles nuestras carencias o erróneos puntos de vista, y trazan una vía de aprendizaje que comienza siempre en uno mismo.

    Nos podemos relacionar desde el ser o desde el ego. Si permitimos que el ego medie, nos veremos atravesando continuas veces una neblina que no nos dejará ver la otra persona en cuestión, pues ésta se verá coloreada, rotulada, etiquetada y le arrogaremos cualidades incluso de las que carece. El ego desde su autodefensa, tratará de proyectar en los demás connotaciones que surgen muchas veces de nuestras propias deficiencias, pues ante la inseguridad y el miedo de enfrentarnos a ellas, preferimos verlo argumentado en los demás. Esa visión empañada nos hace creer lo que no es y no nos permite ver lo que es. Así se pierde la fluidez en el canal de comunicación (que no siempre es verbal), pues con tanto tráfico de ideas, se produce un alejamiento de la realidad.

    Este motivo nos dirige, primero, a amigar con nosotros mismos. Eso permitirá que la relación no se convierta en una negociación, y no se produzca la excesiva demanda de ajustar a los demás nuestras ideas preestablecidas y configuradas. De otro modo, la otra persona lo deja de ser para convertirse en un objeto con la responsabilidad de rellenar aquello que, por nosotros mismos, no somos capaces de insuflar.


Otras veces, uno puede ser la víctima de esa transacción, viendo que nuestras necesidades siempre están solapadas por la de los demás y convirtiéndonos en meros figurantes de la escena. Entonces queda mermada nuestra participación en la relación, siempre a merced de la figura que resalta, y haciendo de la misma, una inclinación hacia el mismo lado y perdiendo lo genuino de lo que podría ser un encuentro de seres. Es cuando la relación se torna una pose, un teatro de títeres, una fotografía que nunca termina de ser enmarcada.

    En otras ocasiones, las relaciones o amistades pueden ocultar un interés escondido, pues lo que se ve en la otra persona es en sí los beneficios que nos reporta asociarnos a ella a través de fijar unos lazos que, aunque son en apariencia, se maquilla al exterior como de únicos y genuinos. En ese caso todo estará en la superficie de las apariencias y no habrá capacidad de ahondar en la esencia. La relación se convierte en un escondite, un juego de ahora sí y ahora no, pues no hay base donde sustentarla y al no haber sido sembrado en terreno fértil, jamás podrá dar sus frutos.

    Hay otras relaciones que observamos empiezan con un exacerbado apego por ambas partes, como si su canal de enlace fuera desconocido para el resto. Esa exaltación acaba declinando con el tiempo, pues también se observa con qué facilidad el amigo se convierte en enemigo. Otra cosa es la sensación de familiaridad que uno experimenta con un determinado tipo de personas que escapa a la comprensión racional, ya que más que un conocer, se trata de un reconocer, y queda creada una cercanía adelantada al patrón general de la amistad.

Muchas más relaciones se van cruzando en el recorrido existencial, desde las de trabajo o la paterno/filial, que pueden servir, en el caso de un padre,  para hacer de la vida de un hijo unaextensión de la suya propia, que al no haber alcanzado diversos propósitos, lo proyecta como parte de la responsabilidad que debe ser acometida y rellenada por su descendiente.

Si comenzamos por integrarnos en nosotros mismos será más fácil la interrelación con los otros, pues en esa abundancia, estaremos más capacitados para dar sin la necesidad de ser rellenados por los demás.

    Hay incluso en las relaciones de pareja que el principal sentido es conocer a la otra persona, ¡qué paradoja! Uno pretende conocer a otro cuando apenas hace por conocerse a sí mismo, y lo que es más curioso, uno quiere conocer a otra persona que tampoco se conoce a sí misma. ¿Entonces, dónde quedaría la fusión? Serían dos hojas a merced del viento, y en este caso, de las circunstancias.


  Relacionarnos es compartir el mismo escenario vital con los demás seres. Hagamos por reconciliarnos primero con nosotros mismos y estaremos más capacitados para intercalar con los demás. Hagamos del ego un secretario, pero que no se inmiscuya más de lo necesario. Hagamos de las relaciones un aprendizaje para explorarnos y aprender. Todos tenemos algo que contar. Veamos que emociones negativas emergen cuando nos relacionamos, como envida, rabia, celos..., y tratemos de amplificar otras cualidades positivas como paciencia, comprensión, ecuanimidad... Relacionémonos desde la firmeza, sin aprovecharnos y sin ser aprovechados, sin desconsiderar y sin ser desconsiderados.

 Somos un planeta conformado por seres sintientes que necesitamos todos de todos. Hagamos por equilibrar y armonizar cada una de nuestras relaciones, para así, enriquecernos de las mismas.

    El buscador entiende que en el camino no se halla solo, pues parte de él se basa en interactuar con los demás. Sabe que es de todos y de nadie,  y que aunque ha emprendido un viaje de relación hacia dentro, comprende que son las externas en donde se verá reflejado el equilibrio que emana de uno.

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miércoles, 20 de julio de 2016

Rompe con la inseguridad


La inseguridad. Esa sensación que nos paraliza, que nos llena de dudas, que nos hace sentir incapaces  para emprender un nuevo proyecto, que provoca que le demos mil vueltas a la cabeza antes de tomar una decisión, que nos hace pensar que siempre andamos equivocados y que nunca acertamos, que nos lleva a buscar la aprobación de los demás, que nos hace desconfiar de nuestras capacidades y temer las críticas de los demás.
¿Quién no se ha sentido inseguro alguna vez? Pocas personas han podido escapar de este sentimiento. Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos visto atrapados por esta emoción.El problema viene cuando la inseguridad se convierte en una constante que condiciona nuestra existencia.
Ser inseguro es un rasgo que algunos expertos asocian a las experiencias vividas durante la infanciaSe supone que cuando nacemos, todos traemos un kit de supervivencia, lleno con los recursos que vamos a necesitar para desenvolvernos en la vida. Pero el ser humano es la especie más indefensa y necesita la ayuda de los demás para crecer y poder desenvolverse solo.
Es en este desarrollo donde está la clave y es aquí cuando empezamos a cimentar nuestra seguridad o inseguridad. Se establece un vínculo de dependencia con quien nos ayuda a crecer, generalmente los padres, y en la medida de que estemos más o menos protegidos, en el futuro nos mostraremos más o menos inseguros.
Cuando nos hacemos dependientes, dejamos de manera inconsciente, que los demás decidan por nosotros. Por eso, cuando una persona insegura sale de “su manto de protección”, le asaltan las dudas, afloran sus debilidades y miedosLa inseguridad pone de manifiesto la falta de autoestima, el temor a asumir responsabilidades, el rechazo a la crítica de los demás, la necesidad de que otros aprueben todo lo que hacemos, la desconfianza en uno mismo o la falta de confianza para tomar decisiones satisfactorias.

REFORZAR LA AUTOESTIMA

Por el contrario, cuando una persona crece con más independencia forja más confianza en sí mismo, aprende solo a tomar decisiones y eso le hace ganar seguridad. Las personas seguras se sienten más libres. Tener seguridad no significa estar exento de riesgos o equivocaciones, sino asumir las consecuencias sin los miedos y preocupaciones que atormentan a las personas más inseguras.
Una buena forma de aumentar la seguridad es trabajar nuestra autoestimaEs imprescindible reforzar la confianza en nosotros mismos, reconocer nuestras capacidades y aceptarnos tal cual somos. Querernos sin esperar juicios de los demás. Saber que pase lo que pase, contamos con los recursos necesarios para afrontar esa situación. Esto nos hará sentirnos más libres y, por tanto, más seguros.
Psicología/Marian García
https://lamenteesmaravillosa.com/

martes, 19 de julio de 2016

El fenómeno de la transitoriedad

Todo cambia, todo muda, nada permanece estático. Los ciclos se presentan, las etapas se finalizan y la vida toma un carácter sometido por la ley de lo transitorio. El cambio es lo único permanente en un escenario donde el decorado es reemplazado una y otra vez constantemente.

    La ley de la transitoriedad es inexorable, intrínseca a la existencia misma. En su propio dinamismo se sustenta. Nada queda estático sin estar envuelto bajo el manto de la impermanencia. La transitoriedad encuentra sus márgenes en las dualidades, en los opuestos y en el desarrollo fenoménico. Todo cambia continuamente a nuestro alrededor, pero curiosamente nuestra percepción se niega a comprenderlo, dando por sentado todo aquello que se está continuamente renovando.


Vivimos acaparados por la idea de lo perdurable, de lo permanente, de querer agarrarnos a lo eterno. Sabemos que el tiempo pasa, pero creemos que tan sólo afecta a los demás. Se nos escapa la comprensión profunda de detectar lo poco perdurable que pueden ser las cosas, haciendo de la vida una imagen retenida, una fotografía que no se altera. Damos por hecho lo que ya de por sí está cambiando.

    Cambian los escenarios, las actividades, las relaciones, los estados de ánimo, las percepciones, las ideas, y así un sinfín de planos y eventualidades. Nosotros ya no somos quienes fuimos, ni somos quienes seremos. Todo muta sin poder controlarlo, al margen de nuestros deseos y voliciones.

    Ahora sentimos una emoción, después otra. El amigo se convierte en enemigo, el enemigo más adelante nos ayuda. Lo que parecía la peor noticia, con el tiempo se convierte en oportunidad. La vida es fluidez, renovación constante. Un dicho de Heráclito reza que nunca te bañarás en el mismo río dos veces. Lo único que se estanca es nuestra percepción, nuestros petrificados ideales, nuestra visión de las cosas que no alcanza el compás ni el ritmo de la melodía existencial.


 Nuestro pensamiento quiere seguridad, un suelo fijo donde aposentarse. Buscamos adherirnos a lo seguro en una esfera de constante mudanza. Todo ello deriva miedo, inseguridad, y un apego rígido hacia todo lo que de por sí tiende a ser modelado. En mitad del arroyo nos agarramos a una rama a punto de quebrar, en vez de manejarnos con las aguas que nos empujan y aprender a reconciliarnos con ellas. La vida golpea contra nosotros y mantenemos una actitud de bloqueo, de sujeción a esa rama que consideramos irrompible. Llegará un momento que, o bien se quiebra la sujeción, o aprendemos a soltar para volver a retomar la fluidez de la que nos habíamos apartado.

    Para la mente, la transitoriedad es un fenómeno que no termina de captar. La mente necesita de lo fijo, de lo inmutable para tener donde adherirse. Necesita de las creencias en determinados patrones y de la proyección según los esquemas en los que se basa. El cambio le frustra, le tambalea, derriba sus cimientos. Lo mudable, lo transitorio, todo ello se desarrolla en el presente y es ahí de donde la mente quiere escapar. Prefiere basarse en lo ya vivido o en lo que está por llegar, porque de esa manera hay un margen para edulcorar las experiencias. El presente es un suelo que se hace añicos a cada instante, por eso la mente y el ego, en él no pueden mantenerse.


Aceptar el cambio es conectar con un dinamismo que se produce al margen de nuestros favoritismos o de nuestra postura de cómo deben ser las cosas. Es acrecentar nuestra mirada para abarcar todas las posibilidades que ofrece la transitoriedad. Si nada pasara, un dolor de cabeza sería para siempre. La transitoriedad ofrece aprendizaje, desprendimiento a cada instante, muda psíquica. Ofrece la posibilidad de crecer y desprendernos de una parte de nuestra personalidad que no nos ayuda en nuestra evolución. Ofrece el entendimiento correcto de una comprensión más reveladora sobre las fases en las que se desenvuelve la vida.

    Si todo cambia, si todo transita, ¿a qué apegarnos? El desapego permite ligereza en vez de fricción ante las circunstancias dadas. Permite cortar con las ligaduras invisibles que tanto nos esclavizan emocionalmente. Ya puede ser el apego a personas, a placeres, a ideas, etc... Al final lo único que se mantiene es nuestra ligadura creada, y a sus espaldas, se desarrolla el fenómeno cambiante.

    La existencia rige con sus ciclos, invierno/verano, día/noche, y así se van completando los decorados en los que estamos inmersos. Si queremos alcanzar lo eterno no debemos mirar afuera. El tiempo condiciona y rige. Según el controvertido Osho: ¨ La eternidad no es duración en el tiempo, sino profundidad en el momento ¨.


Ahí debemos investigar para acceder a esa intemporalidad libre de condicionantes. El momento ofrece algo más que una situación que resbala ante nuestros ojos. Encierra en sí mismo el acceso a una dimensión no salpicada por la fluctuación del dinamismo. El acceso es tan estrecho que no entra ni un pensamiento, ni una sola idea, tan sólo un estado de consciencia alerta.

    Si estamos más conscientes penetraremos en una profundidad en la que ninguna sola onda nos agitará, en la que la condición del cambio tenga un acceso restringido, y se pueda presentar así un estado bien distinto del que está regido por el fenómeno de la transitoriedad.

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