jueves, 1 de octubre de 2015

Yo elijo ser feliz (¿Y vos qué estás esperando. . .?)



Ama, respira, vive. Observa cada amanecer de mar de manera diferente. Genera paz y entusiasmo. Sonríe. No niegues lo que no entiendes. Sé natural. No especules. Vive sin el reloj en la mente. No seas posesivo. Sé feliz sin depender. Aprecia un cuadro, píntate uno. Cambia el peinado. Sé un jardinero. Sueña y realiza. Busca tu destino. Seduce. Brilla con luz propia. No te identifiques, eres sólo un pasajero. Reza. Guarda los secretos. Vuélvete niño. Cultiva el espíritu. Cuida tu cuerpo. Conoce tus deseos. Goza. Libérate. No controles. Fluye. Siente la lluvia. Canta tu tema preferido. Vuélvete creativo. Estate atento, sé receptivo. Deja que la luna llena te hechice. Cambia de rumbo. No critiques, ni condenes. Danza de forma erótica. Siente el fuego. Confía en ti mismo. No te enfermes, purifícate. Imagina de manera positiva. Mata la rutina. Usa la magia. Vive sin miedos. No pongas trabas: sé simple. ¿Sabes quién eres? Busca el éxtasis. Emociónate. No te preocupes. Usa el tacto. Perfúmate. Sé flexible. Vence lo triste. No dividas. Sorprende. Vive el presente. Eleva tu energía. ¡Despiértate! Usa la conciencia, no la moral. No creas en la tradición. Busca la causa. Adáptate a los cambios. Salta fuera de la masa. No busques la seguridad. Disfruta tu trabajo. Siéntate bajo un árbol. Siente el silencio. Brinda un servicio. Enamórate. Celebra. Supera las pruebas. Confía en Dios. Relájate y haz meditación. Vence la pereza. Sigue tu vocación. Amígate con tu soledad. Observa el cielo, no tiene un tope. Practica Yoga. Conéctate. No te dejes desacreditar, mantén tu postura. No guardes rencor. Sé agradecido. Abre la mente. No hables mal de los demás. Sé honesto y divertido. Concéntrate en dar: todos recibimos. Ordena tus cosas. Cierra los ojos, busca lo místico. Bebe vino en la cena. Goza del sexo con el Tantra y el Kamasutra. Comete errores: nunca dos veces el mismo. Llora. No estudies, aprende. Interpreta los sueños. Usa el poder. No marques el camino. Confía en la intuición. Llama a tu ángel. Toma la energía del sol. Estírate, pega el salto. No acumules cosas innecesarias. Escribe un poema. Duerme 8 horas. Trabaja 8 horas. Goza 8 horas. Dile no a los extremos. Confía en el plan. Busca la evolución. No te dejes dominar. Cocina tu alimento. Toma un masaje. Entra en un bosque. No des todo por sentado. Cultiva la telepatía. Enciende una vela. Piensa con abundancia. Destierra la envidia. Siente el misterio. No sufras por cosas que no existen. Usa tu libertad. Usa la alquimia. Pide descuento. Sube una montaña. Sé espiritual y material. No te apures, no te demores, sigue tu ritmo. No hables demasiado. No mires demasiados noticieros. Vuélvete sabio. Mira para adentro. No eches culpas. Realiza un viaje. Juega la vida. Vuélvete artista. Suéltate. Siente tu alma: Ilumínate…


Guillermo Ferrara
“Filosofia de la Felicidad”

¿Cómo está tu avance espiritual?



Los rasgos más notables que caracterizan a quienes han alcanzado un gran avance espiritual son:

1.–Desapego material: Ellos dejaron de estar aferrados de ninguna manera a sus pertenencias materiales. Porque sencillamente son innecesarias para ser quienes son, ni acceden a una vida distinta a través de ellas. Simplemente, utilizan cuanto necesitan para vivir, y pueden llegar a prescindir de aquello que poseen, sin que esto signifique ningún trastorno en sus vidas.

2.–Desapego emocional: El verdadero amor implica que los seres que se aman sean totalmente libres por este motivo, ellos no están nocivamente apegados a sus seres queridos. Ni desean aferrarlos, controlarlos ni considerarlos una adquisición. Su amor tampoco es posesivo, celoso ni desconfiado por el contrario es absolutamente generoso, respetuoso y libre. Quien alcanza ese estado, deja de depender de otras personas para vivir, porque tienen una vida interior lo suficiente rica como valerse por si mismos.

3.–Espontaneidad: Una de las particularidades que dan cuenta de la presencia de un ser evolucionado es la sencillez y la espontaneidad manifestada en todos los actos de la vida. Se conectan con su propia sabiduría interna. Por lo tanto posibilita actuar apelando a una certera y aguda intuición, este sexto sentido a flor de piel, tan propio de los seres espirituales se manifiesta sin esfuerzo, sin necesidad de recurrir a complejos procesos mentales.

4.–Coherencias de pensamiento, y sentimiento y acto: Todos los seres humanos solemos enfermarnos psíquica o físicamente porque muchas veces actuamos en contra de lo que pensamos o sentimos. Debemos llegar a tener una perfecta coherencia entre pensamientos, sentimientos y actos sanos.

5.–Ausencia de la importancia personal: Los seres evolucionados no requieren títulos, honores ni reconocimiento público. Ni hacen alarde de sus buenos actos; simplemente predican con el ejemplo. Tampoco actúan correctamente en función de recibir halagos o cariño, es la única manera de actuar que conocen. Ademas, no incentivan el culto hacia su persona, convencidos de que lo único trascendente es el espíritu que poseen y no la forma corporal que temporalmente encarnan.

6.–Pureza: El dominio completo del cuerpo físico es el primer escalón que permite al hombre dominar absolutamente su campo emocional y mental.

7.–Concentración y observación: Para ellos, jamás existen las metas imposibles. Tampoco están aferrados a las dificultades, son capaces de ver las soluciones. La concentración y la profunda observación del mundo circundante, es la clave para alcanzar esta condición, que les permite entender todo, comprender todo. Privilegia la búsqueda de la verdad y el conocimiento, por eso jamás se aferra a conceptos establecidos; investiga y comprueba todo por si mismo.

8.–Capacidades extra sensoriales: El dominio total de las capacidades físicas, emocionales y mentales, como se ha dicho, es condición de los seres muy evolucionados. El tercer ojo, la capacidad de adelantarse al futuro o comunicarse con la mente, fluyen sin ningún esfuerzo en ellos. No deben esforzarse por despertarlos, simplemente los dominan como consecuencia de saberse, y comportarse, como seres iluminados.

9.–Felicidad: La iluminación genera un estado de profunda felicidad. Pero no se trata de una dicha pasajera, un bienestar atado a los estados de ánimo, a las pasiones, a logros materiales. Se trata de un estado permanente, profundo e inmutable, que es la felicidad del espíritu. Es la felicidad que acarrea la verdadera evolución espiritual.


Jorge Ramos
Preparémonos para el cambio

El desapego ¿Qué nos enseña el budismo?


Un turista americano fue a El Cairo, con el único objetivo de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuarto muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.

- ¿Dónde están sus muebles? – preguntó el turista. 

Y el sabio también preguntó: - ¿Y dónde están los suyos? 

- ¿Los míos? – se sorprendió el turista -¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! 

- Yo también… – concluyó el sabio.


Esta fábula representa a la perfección uno de los pilares del budismo, filosofía de la cual ha bebido en los últimos tiempos la Psicología, el desapego, que se convierte en una de las principales vías para alcanzar la tranquilidad espiritual, el bienestar y la felicidad. No obstante, también es uno de los mandamientos más difíciles de seguir.

El apego es una expresión de inseguridad


La ley del desapego nos indica que debemos renunciar a nuestro apego a las cosas, lo cual no significa que renunciemos a nuestras metas, no renunciamos a la intención sino más bien al interés por el resultado. A primera vista, puede parecer una nimiedad o un cambio insustancial pero en realidad, se trata de una transformación colosal en nuestra forma de comprender el mundo y en nuestra manera de vivir.

De hecho, en el mismo momento en que renunciamos al interés por el resultado, nos desligamos del deseo, que a menudo confundimos con la necesidad y que nos conduce a perseguir metas que realmente no nos satisfacen. En ese momento, adoptamos una actitud más relajada y, a pesar de que puede parecer un contrasentido, nos resulta más fácil conseguir lo que deseamos. Esto se debe a que el desapego sienta sus bases en la confianza en nuestras potencialidades, mientras que el apego se basa en el miedo a la pérdida y la inseguridad.

Cuando nos sentimos inseguros, nos apegamos a las cosas o a las personas. Sin embargo, lo curioso es que mientras más desarrollamos ese apego, más se acrecienta nuestro miedo a la pérdida. Ese miedo no solo afecta nuestra estabilidad emocional, sino que también nos puede llevar a crear patrones de comportamiento disfuncionales. 

Por ejemplo, podemos desarrollar un apego enfermizo a las cosas, como las personas que no pueden vivir sin su smartphone e incluso sufren alucinaciones auditivas provocadas por el hábito de estar siempre pendientes de la próxima llamada o mensaje. Y también podemos caer en patrones relacionales dañinos, que ahoguen a la persona que amamos y terminen dañando profundamente la relación. 

Sin embargo, el desapego implica no depender de lo que tenemos o de esa persona con la cual hemos establecido vínculos afectivos. No significa no amar, sino ser autónomos, liberarnos del miedo a la pérdida para comenzar a disfrutar realmente de lo que tenemos o de la persona que amamos.

La incertidumbre como camino


El apego es el producto de una concencia de pobreza, que se focaliza en los símbolos. De hecho, para el budismo, la vivienda, la ropa, los coches y los objetos en sentido general, son símbolos transitorios, que vienen y van. Perseguir esos símbolos equivale a esforzarse por atesorar el mapa, pero no implica disfrutar del territorio. Por eso, terminamos sintiéndonos vacíos por dentro. En práctica, cambiamos nuestro “yo” por los símbolos de ese “yo”.

¿Por qué perseguimos esos símbolos? Básicamente, porque nos han hecho pensar que en las posesiones materiales radica la seguridad. Pensamos que al tener una casa y ganar mucho dinero, nos sentiremos seguros. De hecho, hay quienes piensan: “Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero. Entonces seré libre económicamente y podré hacer lo que me gusta”. Sin embargo, lo curioso es que en muchos casos, mientras más dinero se posee, más inseguras se sienten las personas.

Esto se debe a que identificar la seguridad con las posesiones no es más que una señal de inseguridad y, obviamente, la tranquilidad que pueden brindar es efímera. Quienes buscan la seguridad, la persiguen durante toda su vida, sin llegar a encontrarla.

Esto se debe a que buscar la seguridad y la certeza no es más que un apego a lo conocido, un apego al pasado. Lo conocido es simplemente una prisión construida a partir del condicionamiento anterior. No prevé la evolución, y cuando no hay cambios, simplemente aparece el caos, el estancamiento y la decadencia.

Al contrario, es necesario afianzarse en la incertidumbre. Esta es terreno fértil para la creatividad y la libertad ya que implica penetrar en lo desconocido, un gran abanico de posibilidades donde todo es nuevo. Sin la incertidumbre, la vida es tan solo una repetición de los recuerdos, de las experiencias que ya hemos vivido. Por tanto, nos convertimos en víctimas del pasado.

Cuando renunciamos al apego a lo conocido, podemos adentrarnos en lo desconocido, abrazar la incertidumbre y abrirnos a nuevas experiencias que alimentan nuestras ganas de vivir y nos convierten en personas más felices.

Los problemas como oportunidades


La ley del desapego no nos indica que no debemos tener metas. Cuando abrazamos el desapego no nos convertimos en hojas movidas por el viento. De hecho, en el budismo las metas son importantes para marcar la dirección en la que caminaremos. Sin embargo, lo interesante es que entre el punto A y el punto B, existe incertidumbre, lo cual significa un universo prácticamente infinito de posibilidades. Así, para alcanzar nuestro objetivo, podemos seguir diferentes caminos y cambiar la dirección cuando lo deseemos.

Esta manera de comprender la vida nos reporta otra ventaja: no forzar las soluciones a los problemas y mantenernos atentos a las oportunidades. Cuando ponemos en práctica el verdadero desapego, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas sino que esperamos y, mientras lo hacemos, encontramos las oportunidades. 

De hecho, según el budismo, cada problema encierra una oportunidad que conlleva a su vez algún beneficio. Lo que sucede es que con la mentalidad del apego, nos asustamos e intentamos forzar la solución, de manera que la mayoría de las veces solo nos centramos en la parte negativa del problema y desaprovechamos la oportunidad.

Sin embargo, cuando creemos que cada problema encierra la semilla de la oportunidad, nos abrimos a una gama mucho más amplia de oportunidades. De esta forma, no solo sufriremos mucho menos en la adversidad sino que encontraremos más rápido la solución y esta nos permitirá crecer como personas.

Recuerda que: “Todas las cosas a las que te apegas, y sin las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos de angustia. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los pensamientos que hay en tu mente…

Psicología/Jennifer Delgado