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martes, 5 de junio de 2018

Aikido verbal, una técnica para defenderte de los ataques verbales

El aikido verbal es una técnica derivada del aikido como arte marcial. Este último nació en el Japón moderno, de la mano de un maestro del combate llamado Morihei Ueshiba. Se basa en el principio de que en situaciones de conflicto lo que se debe buscar es la neutralización del contrario, evitando hacerle daño.
Como todas las artes marciales, el aikido no se trata solamente de técnicas de combate. En el fondo de este hay toda una filosofía. Sus ejecutores buscan, sobre todo, la evolución personal. Involucran el plano físico, mental y espiritual en la práctica. No menosprecian a sus contrincantes, sino que tratan de entenderlos y de aprender de ellos.
Con base en estos principios, un conjunto de autores comenzaron a buscar su aplicación en la comunicación. Así desarrollaron el concepto del aikido verbal. Encontraron que es una excelente manera de evitar y/o tramitar los conflictos cotidianos. Se ejerce para traer más paz, serenidad y felicidad a la vida. Como toda técnica, es algo que se puede aprender y los mayores beneficios llegan con la práctica.
 ► La violencia es el último recurso del incompetente. 
                                                                      Isaac Asimov

El aikido verbal y la respuesta a una agresión

Los promotores del aikido verbal indican que al recibir una agresión de palabra, lo primordial es preservar nuestro propio bienestar. Un ataque verbal puede desatar un huracán de emociones y confundir la mente. Por eso es fundamental mantener la serenidad y enfocarnos en el propósito de resolver el problema, no de agrandarlo.
Lo primero entonces es no reaccionar de forma automática, sino más bien emplear la fuerza del ataque para dar un giro. Este debe ubicarnos en el mismo lugar hacia donde está mirando nuestro atacante. En lugar de mirarlo desde la orilla opuesta, la idea es tratar de ver lo que esta persona está mirando.
Esto solo se logra si en lugar de preocuparnos por reaccionar, nos ocupamos de escuchar. Tratar de entender su punto de vista. Veamos un ejemplo de este aikido verbal. Alguien lanza el siguiente ataque verbal: “Tú tienes un desempeño laboral pésimo y aún así los jefes te tratan mejor que a mí”. Empleando la técnica del aikido verbal, la respuesta sería: “Es muy frustrante trabajar bien y sentir que no nos dan suficiente reconocimiento. Entiendo perfectamente tu enojo”.
En este ejemplo se esquiva entrar a discutir sobre la persona a quien va dirigido el ataque. Más bien se responde poniéndose en el lugar del otro. Esto ubica el conflicto en otros términos. Casi siempre, detrás de un ataque verbal lo que hay es una persona que está sufriendo. La agresión, aunque sea una forma disfuncional, en ocasiones también es una forma de pedir ayuda.

Técnicas del Aikido verbal

El aikido verbal contempla algunas técnicas específicas para enfrentar un ataque. Se trata de mecanismos que han probado ser eficaces para sortear ese tipo de situaciones. Están inspirados en movimientos del arte marcial.
Las principales técnicas son las siguientes:

  • Consentir y ceder. Se emplea cuando el ataque realmente no nos pone en riesgo y se ha vuelto repetitivo. El trabajo es más interno y consiste en impedir que el ataque verbal nos cause daño.
  • Ceder y mantenerse en la posición de partida. Implica reconocer que en la exposición del otro puede haber parte de razón, pero conservar el punto de vista propio y hacerlo saber. Es adecuado para una disputa de tipo mental o intelectual.
  • Halagar. Se emplea cuando la desavenencia se origina en el deseo del otro de mostrarse superior. El cumplido o halago desactiva la agresividad, pues satisface el deseo del agresor.
  • Réplica desintoxicante. Implica responder a la agresión con un interrogante. Esto tiene dos ventajas. Por un lado, permite que el otro evalúe lo razonable del ataque. Por otro lado, nos da un pequeño margen de tiempo para calmarnos y no reaccionar violentamente también. Es adecuado cuando hay duras ofensas personales.
  • Constatación objetiva. Consiste en hacerle ver al otro que notamos su molestia hacia nosotros. A la vez, expresarle que deseamos resolver la diferencia mediante una comunicación sana. Equivale a una fórmula: “Noto que te incomoda mi idea, pero quisiera explicarte por qué pienso de este modo”.
  • Confrontación. Es una técnica para ponerle tope o freno a una falta de respeto o a una agresión verbal desmedida. Corresponde a algo así: “Puede que yo haya cometido un error, pero no tienes derecho a tratarme de esa manera, por eso te exijo una disculpa”.
  • Moderar el tono. En este caso lo que se busca es hacer consciente al otro de que existe una ofensa y que no se va a admitir. Equivale a: “Si continúas hablándome en esos términos (o en ese tono), voy a dar por terminada esta conversación”.
  • Finalmente, lo que busca el aikido verbal es una gestión inteligente del conflicto. Sin gastar energías en lo que no lo merece y gastando solo las necesarias en lo que sí. Lo ideal es que aprendamos primero a contar hasta 10, para no reaccionar también agresivamente, y luego aplicar alguna de esas eficaces técnicas.
Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 1 de junio de 2018

Amar Conscientemente

Amar Conscientemente es una de las experiencias más maravillosas que podamos imaginar, porque sin conciencia, el amor queda reducido a un acto animal que agota, mientras que vivido con conciencia, desde el corazón es fuente de felicidad y energía. 


Podemos vivir la vida desde distintos niveles de conciencia. Cuanto más profundo es el nivel de conciencia en el cual vivamos, más profunda y gratificante será nuestra vida.
Amar no es desear, atraer o sufrir, amar es expandir nuestra propia conciencia. Amar es estar por encima de la separatividad, de la dualidad, del temor y del miedo. San Agustín decía: Ama y haz lo que quieras. 
Ello quiere decir que cuando amas eres libre y puedes hacer lo que quieras. También puedes hacer lo que quieres (o lo que crees que quieres) sin amor; pero entonces estas reaccionando y el verdadero amor, el Amor Consciente, no es reacción, sino continua creación.


El amor es lo que nos proporciona la alegría de vivir, es la sal de la vida y ello por una razón muy sencilla, a saber, que la vida es expansión de la conciencia. Sin amor, la vida está bloqueada, no tiene sentido, o al menos no tiene sentido para el que no ama. Parecería como si sin amor viviéremos en tinieblas. Cuando amamos estamos transmitiendo aquello que todo el mundo está consciente o inconscientemente, buscando; por ello mismo cuando amamos se nos abren las puertas de los milagros.


Todos podemos vivir una vida amorosa más rica y plena si aprendemos a amar con más conciencia. No se trata de llegar a una meta determinada, sino de crecer, de crecer por dentro, irradiando aquello que está en el interior de todos los hombres, aquello que llamamos Amor. El Amor es el sentimiento de Unidad y Conciencia que está dentro de tu Corazón. Cuando amamos a alguien estamos en contacto con el Amor universal que está dentro de cada uno de nosotros y lo irradiamos a nuestro alrededor.
Si queremos llegar al Amor universal, comencemos amándonos a nosotros mismos y a quienes nos rodean desde el Corazón. El Amor Consciente es un logro importante que puedes obtener mediante la práctica de los siete principios siguientes. Se trata de patrones de conducta que aumentaran tu nivel de conciencia y harán que todo lo que vivías, incluido el amor adquiera más conciencia.


1. Trabajar por tu Paz Interior
Todo, en esta vida depende de cuán grande sea el nivel de tu paz interior. Cuanto más en paz estés contigo mismo, más en paz estarás con cuanto te rodea y cuanto más armónicamente vivas contigo mismo, más en armonía estarás con los demás. La paz interior no es solo un logro que te llenara mucho más que la satisfacción de cualquier deseo: es el estado original del hombre a partir del cual la vida se convierte en un milagro permanente.


2. Aprender a Perdonar
El secreto para ser feliz se halla en el perdón. Cuando perdonamos a aquellos que nos han causado daño, en realidad estamos sanando nuestra relación con nosotros mismos. El perdón lo resuelve casi todo; perdonar es la clave de la evolución. El perdón es la magia porque te libera del resentimiento y de los patrones erróneos que te hacían infeliz. Cuando perdonamos se producen toda una serie de cambios en nuestro organismo y en nuestro corazón que hacen que vivamos la vida con una plenitud creciente. Perdonar es abrir tu Corazón a los efluvios del Amor Universal.


3. Amarte a ti mismo
Cuando nos amamos a nosotros mismos, aparecen los milagros en nuestras vidas. Es absurdo querer emprender un camino de amor consciente si antes no te amas a ti mismo. Amarse a sí mismo es no juzgarse con dureza, perdonarse y concederse capricho de vez en cuando. Amarse a sí mismo es algo más; es Aceptarse y Aprobarse tal cual somos porque sabemos que somos perfectos. La vida entonces se convierte en una discreta pero maravillosa sucesión de pequeños milagros. A medida que practicas el amor consciente hacia ti mismo, te das cuenta que tu salud mejora, que tus amigos te hacen más caso, tus relaciones son más satisfactorias y toda tu vida se torna más creativa. Amándote a ti mismo despiertas en ti el Amor que atraerá hacia ti el amor de los demás. Es la mejor manera de hacer que los demás te amen, sin coacción, sin violencia, con dulzura.


4. Obedecer a la Voz Interior
Dentro de ti, en tu Corazón, hay una inteligencia conectada con la inteligencia cósmica, y esta inteligencia te habla a través de una voz: la voz interior que te aclarara cualquier duda que se te plantee y te ayudara a caminar con el corazón. Con el tiempo descubrirás que la voz interior es un verdadero maestro interior. Acepta sus lecciones y ponlas en práctica. El te guiara en los momentos difíciles.


5. Vivir el momento presente, aceptando lo que viene y no intentando retener lo que se va. Cuando nuestra mente se encuentra ocupada en pensar que pudo haber ocurrido o que ocurrirá, cuando está enfocada en el pasado o en el futuro, no está viviendo el presente. Cuando no vivimos el presente estamos desperdiciando cantidades ingentes de energía lo que produce: Ansiedad, Depresión, Tristeza, Desamor. En el Amor Consciente, vivimos el aquí y ahora todo lo que necesitamos para ser felices. No debemos obsesionarnos y la mejor manera de lograrlo es haciéndonos conscientes del amor que llevamos dentro.


6. Dar antes de recibir

Es sumamente importante recordar que la verdadera esencia de nuestro ser es el Amor y que solo viviremos rodeados de Amor cuando conectemos con el. Cuando vivimos con conciencia, nos damos cuenta de que tenemos todo lo que necesitamos y en el momento en que lo necesitamos. Si creemos que se nos está negando algo que merecemos, es que algo falla todavía en nosotros. Es entonces cuando debemos practicar el dar. No hemos de dar esperando nada a cambio; no sería Dar, sino cambiar. En la práctica del dar consciente damos porque sabemos que dando nos estamos conectando con el Amor Universal y cuando estamos conectados con este, automática y espontáneamente recibimos lo que merecemos en cada momento.


7. Actuar con Sinceridad
El camino hacia la conciencia pasa por la total sinceridad. Haz de ser completamente honesto y sincero contigo mismo, pues en cuanto abres tu corazón para que se expanda, este aceptara todo lo que le propongas sin discriminar que es verdad y que es mentira. Si mientes, te estarás mintiendo a ti mismo. Cuando tengas que elegir entre lo correcto o lo que te agrada (a veces pueden coincidir), si eliges lo correcto, habrás avanzado un paso más en el camino del amor consciente.


Fuente: Las leyes eternas del Amor por Jack Lawson


www.formarse.com.ar

lunes, 28 de mayo de 2018

Practicar la tolerancia en busca de la armonía interior

►Los estallidos y la ansiedad sólo generan agresión. Mantener una actitud paciente te lleva a un camino de tranquilidad y buenas relaciones con los demás.



La paciencia es una virtud fundamental que debemos cultivar cada día si queremos mantener el eje ante las circunstancias difíciles. Es una característica que se logra con la repetición y la disciplina y solo si la practicamos se convertirá en un hábito.
¿Cuántas veces reaccionamos violentamente en lugar de responder con serenidad ante alguna situación provocadora? Y luego del estallido nos invade la culpa por haber sido impulsivos y por haber perdido el control. Estas situaciones nos perjudican y lastiman a quienes nos rodean. Así, generamos un círculo vicioso de malestar, incomprensión y falta de tolerancia.
Ser pacientes no significa ser pasivos sino observar las situaciones desde un punto de equilibrio interno que nos permita elegir las palabras y las acciones adecuadas. Desde ese espacio de calma interior nuestras acciones serán totalmente conscientes. ¿Cuántas veces decimos palabras hirientes sin pensar en el daño que causamos? ¿Cuántas veces descargamos nuestra frustración y negatividad en los otros?

El error más grande que podemos cometer es priorizar nuestro ego herido ante los demás. Debemos recordar que todo lo que damos, vuelve y que la energía negativa que descargamos en los otros, puede destruirnos. En cambio, si cultivamos la paz interior, la paciencia fluirá naturalmente. Pero para emanar paz, primero debemos sentirnos en armonía. Practicar la calma reduce el estrés, la ansiedad y mejora la empatía.

Estas son claves para cultivar la paciencia:

•    Observar los pensamientos: nuestra manera de pensar puede estar basada en creencias que no fomentan la paciencia. Dejemos de lado la descalificación, la crítica, el enojo y la falta de tolerancia. Cuando algo nos altera, respiremos, contemos hasta diez y actuemos desde ese estado de quietud.
•    Frenar el ego: siempre queremos controlar todo. Así generamos discusiones interminables y relaciones conflictivas. ¿Preferimos estar en paz o tener la razón? Para desarrollar la paciencia, aceptemos que nuestro punto de vista es sólo una parte de la ecuación. prendamos a ser humildes, a pedir perdón cuando cometemos errores.
•    Identificar las situaciones que desafían nuestra paciencia: conozcamos las emociones que nos alteran y así podremos cambiar nuestras reacciones.
•    Tener perspectivas reales: la impaciencia puede ser el resultado de expectativas no cumplidas. En la vida hay muchas circunstancias que están fuera de nuestro control.
•    Hacer foco en lo importante: cultivar la paciencia nos permite centrarnos en los aspectos realmente valiosos de la vida. No perdamos energía en discusiones sin sentido. Desarrollemos el diálogo tolerante y receptivo aunque no estemos de acuerdo con las ideas de los otros. Llegar a acuerdos es grato y saludable.

Amigos queridos, si perseveramos en esta práctica, superaremos el nerviosismo y la ansiedad cotidiana. Tendremos mucha más paciencia si  aprendemos a tolerar las pequeñas frustraciones. Recordemos la importancia de practicar la observación interna y cultivar la paz interior, porque si estamos en calma por dentro responderemos con serenidad hacia el afuera. 


Lo que sentimos, determina la manera en que vemos la vida. Siempre podemos elegir qué actitud adoptar: ¿somos protagonistas conscientes o rehenes de nuestras emociones? Debemos tener paciencia y esperar a que en nuestro interior se desarrollen las raíces morales y espirituales suficientes para formar una base sólida desde la cual se pueda generar una transformación que nos guíe hacia la madurez. 

Tal vez en este momento estás pasando por una situación de incertidumbre y no podés alcanzar lo que tanto anhelabas. Quizás la divinidad todavía no terminó de desarrollar esas raíces tan necesarias para tu crecimiento, así que ¡tené paciencia! 

Claudio María Domínguez
https://www.larevistadeclaudio.com.ar

jueves, 24 de mayo de 2018

Quien tiene en su vida a un perro tiene un ángel


Quien tiene en su vida a un perro tiene una fortuna. Esta es una afirmación que a muy pocos les sorprenderá, sobre todo a quienes han gozado de la compañía de un ángel de cuatro patas y se han empapado de la magia que tienen estos maravillosos seres.
Recibimos un cariño intenso y único de ellos. Y ellos se convierten en nuestra familia, en niños eternos de tremenda sabiduría e inmensa inteligencia emocional, pues acaban siendo los mejores conocedores de nuestras costumbres, sentimientos y pensamientos. Los mejores conocedores y los mayores merecedores de nuestras sonrisas.
Con solo una mirada ellos descifran nuestro estado emocional, nos acompañan, nos divierten y nos hacen sentir especiales, únicos e imprescindibles. Así, con sus particulares leyes de propiedad (tienen derecho a todo) y sus lindos ojitos suplicantes, consiguen de nosotros hasta lo que juramos que jamás permitiríamos(por ejemplo, dormir en nuestra cama).

Las reglas del perro hacia su humano


►Hay ciertas reglas que cuando convives con un perro son incuestionables. Es así, nuestros animales nos educan, domestican o adiestran, como prefiramos llamarlo. Ellos ponen los principios de la convivencia y la “pugna” por los propios derechos acaba convirtiéndose en una tierna y divertida pelea.
Así, no podemos evitar sonreír cuando los identificamos con sus sorprendentes normas de enternecedores dictadores de la casa. Veamos:
Regla nº 1: Debes darme a probar cada cosa que comas.
Regla nº 2: No me llames y me metas al cuarto de baño bajo ningún concepto.
Regla nº 3: No volverás a hacer tus necesidades solo en el cuarto de baño nunca más.
Regla nº 4: No me digas que me calle cuando me pongo a ladrar, tengo mis motivos. ¡¡Algo está pasando ahí fuera!!
Regla nº 5: Me dormiré en cualquier lugar de la casa, preferiblemente donde más te estorbe.
Regla nº 6: No puedes entrar en casa oliendo a otros perros y pensar que eso no va a tener consecuencias.
Regla nº 7: Déjame salir fuera cada vez que te lo pida, incluso si acabo de entrar. Es necesario que me cerciore de que he olido todo correctamente.
Regla nº 8: Tienes permiso para dormir en la cama, pero no hace falta que me muevas, lo mejor es que te pongas en una esquina y no me molestes.
Regla nº 9: ¡¡¡Si cae al suelo es MÍO!!! Te miraré mal si te adelantas y no me dejas cogerlo.
Regla nº 10: No pienses en abandonar una habitación sin mí.

La riqueza emocional de compartir la vida con un animal


Sea perro, gato o conejo, compartir nuestra vida con un animal es una bendición, pues nos enseña a respetar, amar y estructurar la vida de otra manera. Hay muchas personas que piensan que tener un animal te limita, pues por ejemplo no puedes ir a cualquier lugar con ellos de vacaciones o tienes que tener en cuenta muchas otras de sus necesidades.
Pero quien tiene un perro o cualquier otro animal siente a éste como parte de su familia y los sentimientos compensan todos esos “pequeños inconvenientes”. Es cierto que si no compartiésemos la vida con ellos nuestra cartera estaría más llena, pero nuestro corazón estaría más vacío.
Lo que te aportan emocional y físicamente supone una riqueza enorme que no puede compensarse ni con todo el dinero del mundo. Así, aprender lo que es tener un animal, comprender cómo se les quiere y completar nuestra familia con su presencia es una oportunidad que todos deberíamos tener en nuestra vida.
Eso sí, siempre con conciencia y respeto, sabiendo como saben los amantes de los animales que cuidar y querer a uno de ellos es una responsabilidad que no puede dejar de atenderse y que nos ofrece la posibilidad de adquirir un gran conocimiento en diversas áreas de la vida.
►Porque sobre todo nuestra mayor riqueza cuando disfrutamos de su compañía es la emocional, la cual es incomparable y nos hace inmensamente felices. Esa es nuestra mayor fortuna.




Raquel Aldana para la mente es maravillosa
Vía http://paradigmaterrestre.com

viernes, 18 de mayo de 2018

¿Cuál es el secreto de las relaciones felices?


¿No es curiosa la humanidad? Hay tanta gente que se pasa la vida en una loca carrera contra el reloj, inmersos en la rutina, ocupados haciendo miles de cosas, y en el tiempo libre, se distraen frente al televisor, conectados a Facebook o rodeados de gente, ruido y embotados por el alcohol o las drogas. Sin embargo, no se preocupan por tener relaciones felices.
Vivimos la mayor parte del tiempo en automático, acelerados por la acumulación de tareas pendientes, casi sin prestarnos atención. En esta vorágine de hacer y no ser, se pierde lo esencial, que no está afuera, sino adentro. Hemos aprendido a olvidarnos de nosotros mismos.

El miedo a nuestras emociones más íntimas


La soledad puede ser aterradora para algunas personas, quienes con tal de estar acompañadas, sacrifican la calidad de las relaciones. Este miedo a la soledad muchas veces refleja que, en el fondo, existe el miedo de entrar en contacto con las más íntimas emociones, las cuales pueden ser desagradables o dolorosas. Es preferible, entonces, distraerse o adormecerse con cosas externas…
Pero si las necesidades emocionales no son escuchadas y atendidas, si no nos aceptamos a nosotros mismos incondicionalmente con nuestras debilidades y fortalezas, andaremos por la vida usando una máscara, pretendiendo ser lo que no somos para buscar en los demás la aceptación que nosotros mismos nos negamos. Así es imposible tener relaciones felices.
               ► El ser humano no nace siendo un zombi emocional.
Los bebés no juzgan sus emociones, simplemente las sienten y las expresan. Puede ocurrir que durante el proceso de socialización, el niño sea ignorado, herido, ridiculizado o abusado. Ante esto, el único recurso que tiene es enterrar en el inconsciente el dolor que experimenta, porque aún depende de los demás para sentirse digno de amor y de respeto.
Al llegar a la edad adulta, es imperativo asumir la responsabilidad por la salud emocional y ocuparse de sanar las heridas y de llenar las carencias del niño interno. De lo contrario, vivirá con un vacío interno que tratará de llenar en vano con relaciones superficiales.

Amarnos a nosotros mismos para poder tener relaciones felices

Nuestra tarea primordial, entonces, es aprender a ver, amar y valorar lo más precioso que tenemos, que es nuestra esencia. Mientras más aprendemos a amarnos a nosotros mismos, mayor es el deseo de compartir nuestro amor con los demás, porque el amor auténtico es expansivo por naturaleza. En eso se basan las relaciones felices. En un amor auténtico que nace de nosotros mismos.
Esta onda expansiva es imparable, y es entonces inevitable querer compartir este amor con los demás, pero no ya desde el vacío y la máscara, sino desde la plenitud y la autenticidad. Desde lo más profundo de nuestro interior, desde nuestra esencia.
La razón de ser de las relaciones felices es aprender, crecer, amar, divertirse y disfrutar de la mutua compañía. Porque al fin de cuentas, nuestra verdadera misión en este mundo es expandir nuestra capacidad de amar, tanto a nosotros mismos como a los demás. Cuando comprendemos y vivimos en función de esa misión, descubrimos que amar auténtica e incondicionalmente es el mayor tesoro que podemos encontrar.
   ► No hay lujo, placer, ni logros, ni posesiones, ni riquezas que puedan sustituir la plenitud que produce el verdadero amor incondicional.
Pero tenemos que empezar por amarnos y aceptarnos a nosotros mismos. Amarse a uno mismo provee a cada miembro de la pareja de la seguridad y la confianza que suele buscarse en el otro. Pero, en vez de tratar de obtener amor del otro, y hasta de exigirlo, comparten el amor que tienen por sí mismos con su pareja. Irónicamente, le están dando al otro lo que siempre han querido de éste, pero que antes no eran capaces de dar.
El autoabandono y el auto rechazo son unas de las mayores causas del fracaso de las parejas, y aprender a amarse a sí mismo realmente ayuda a sanar las relaciones. Amar es lo más maravilloso que hay, pero no se puede dar lo que no se tiene. Hasta que no aprendemos a amarnos a nosotros mismos, no se puede amar al otro. ¿Preparado para cultivar relaciones felices?

Paula Aroca
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 16 de mayo de 2018

CREAR MOMENTOS MÁGICOS



En mi opinión, todos tenemos una recomendación -no escrita ni impuesta- de la que no se habla, que es un asunto personal e íntimo, por la cual todos hemos de crear momentos mágicos para los otros. Y para nosotros también. Para con nosotros, es obligatorio.

¿Hay algún momento en tu vida que te haya parecido mágico?

¿Uno de esos momentos extraordinarios que hasta han podido llegar a marcar algo en ti o en tu vida?

Tengo un  recuerdo de mi infancia de un día de Reyes. Era aún de noche cuando me levanté a encontrarme con mis regalos… y no había ni uno solo. Decepcionado decidí salí a la calle a jugar con un hierro que clavaba en el suelo del campo. Cuando llegué a la calle aún estaba oscuro y tuve que esperar bastante tiempo metido en el portal hasta que amaneció y pude salir a un campito que había cerca de mi casa. No había ni una sola persona por la calle. Empecé a jugar. Estaba absorto en mi juego –y supongo que en mi decepción- cuando escuché una voz femenina que me preguntaba qué estaba haciendo. Jugando, le respondí. “¿No te han traído juguetes los Reyes?” Le dije que no. Era una mujer joven y muy alta. No me refiero a que me pareciese alta porque yo era un niño y ella una adulta. Lógicamente ya había visto a muchas mujeres y podía comparar. Ésta era demasiado alta. Llevaba un bolso en su mano izquierda y de allí sacó un pistolón grande. “Los Reyes me han dejado esto para ti”, me dijo cuando me lo entregó. Tal como había aparecido de la nada, desapareció.

No le di más importancia y permaneció muchos años en el olvido hasta que un día, al recordarlo por casualidad, tuve la sensación de que aquella joven era un Ángel y que aquello era un milagro.

Siendo ya adulto, un día entré en un comercio y me encontré una vecina pequeña, de 6 o 7 años, que observaba en sus manos una especie de bombonera de cristal. No vi a su madre, pensé que estaba sola, pero eso no me llamó mucho la atención y no le di importancia. Estaba buscando lo que quería comprar cuando escuché el inconfundible sonido de algo de cristal cuando se estrella contra el suelo. Adiviné lo que había pasado. Inmediatamente la dueña del negocio se acercó hasta la niña, gritando como una energúmena, y se plantó frente a ella, con los brazos en jarra, poseída, y le increpó/preguntó “¿Quién va a pagar esto que has roto?”. Me acerqué. La niña disminuía de tamaño por momentos. El miedo se reflejaba claramente en su cara y su actitud. Me imagino cómo se sentía al verse sola, frente a ese monstruo vociferante, y sin una solución para la pregunta/amenaza que le había formulado. La madre de la niña no apareció, por lo que supuse que tal vez la había dejado allí para que se entretuviese mientras ella hacía otra gestión en otro sitio. Me acerqué hasta donde estaban ambas y le dije a la mujer que yo lo pagaría. Se dio la vuelta y se marchó. La niña me miraba desde su pequeñez, con unos ojos casi de agua, sin poder pronunciar ni una palabra o sin encontrar las palabras con las que expresarse. Sonreí para ella. No fue capaz tampoco de expresar una sonrisa. El susto, supongo. Se marchó sin decirme nada, pero tampoco era necesario que dijese algo.

Me gusta pensar que algún día ella contará que estaba en ese apuro y de pronto apareció un Ángel.

Es bueno crear momentos mágicos para los otros y llamarlos por su verdadero nombre: Pequeños Milagros.

Pequeños Milagros para los demás. Porque si un necesitado nos ve aparecer ofreciéndole lo que necesita para ayudarle en su problema, a los ojos de su corazón somos el Ángel que le aporta algo para sacarle de su apuro.

Tenemos la obligación, y esto lo afirmo rotundamente, de crear Momentos Mágicos para los otros, de ser el Ángel de la Sonrisa, el Cristo que provee de Abrazos, el Pequeño Dios de la Esperanza que le hace ver que la vida puede ser amable y que hay que seguir adelante a pesar de los pesares…

Es un buen propósito: estar atento a uno mismo y a los otros, poner maravillas en las vidas, hacer que lo asombroso forme parte de lo cotidiano, y lograr que lo extraordinario sea para los otros y también se quede en nuestras vidas.

Es un buen proyecto. Siéntelo dentro de ti y deja que tu corazón opine.

Te dejo con tus reflexiones… 


Francisco de Sales
buscandome.es

lunes, 14 de mayo de 2018

Cuando aprendes a quererte, ya no estás para cualquiera

La mayoría de nosotros afirma quererse, amarse y respetarse, otros, ni siquiera consideran cuestionárselo, pero son nuestras acciones y decisiones las que terminan por reflejar el grado de aprecio y valor que nos damos a nosotros mismos.
Muchas veces nuestras relaciones resultan la muestra perfecta de nuestro sistema de valoración. Las personas con las que nos relacionamos, con las cuales nos identificamos y a quienes nos resulta sencillo hacer parte de nuestra vida por períodos de tiempo importantes, se comportan con nosotros como nosotros mismos lo hacemos.
Podemos no estar de acuerdo con esto, pero si estamos sometidos a una relación en la cual somos maltratados, ignorados, humillados y aun así encontramos motivos para permanecer, esto es el resultado del trato que nosotros nos damos, las prioridades que establecemos y los límites que ponemos en nuestras relaciones.
Cuando aprendemos a amarnos, no resulta una decisión tan complicada el decidir retirarse de cualquier relación que no nos llene, nos haga sentir mal o desvalorizados. Más bien nos volvemos expertos detectando situaciones de riesgo, que nos expongan a cualquier escenario que afecte nuestra integridad.
El amarnos a nosotros mismos es algo que no podemos delegar, no podemos confiarles a los demás lo que nosotros debemos hacer, porque el amor propio es irremplazable. Podemos tener a muchas personas amándonos, pero nada de ello sustituirá el amor hacia nosotros mismos.
Cuando no nos amamos dependemos de los demás, no somos capaces de nutrirnos nosotros mismos, y estamos permanentemente en la búsqueda de algo o alguien que llene los espacios que creemos están vacíos. No nos sabemos plenos, creemos que necesitamos algún complemento, que algo nos falta. Y nos podemos pasar la vida buscando fuera lo que solo hallaremos dentro.

Cuando no nos hemos amado de manera sana, de manera consistente y poco a poco aprendemos a cuidarnos y a querernos, comienzan a producirse cambios radicales en nosotros mismos, el autoconcepto cambia, los patrones de merecimiento se modifican, nuestra tolerancia cambia y de pronto, ya no es bienvenida en nuestras vidas ninguna persona que venga a perturbarnos, a utilizarnos, a malquerernos.
Y nos damos cuenta de que las relaciones que hemos considerado inadecuadas, no lo eran, solo eran reflejo de lo que creímos merecer y contribuyeron de alguna manera a lo que somos hoy en día y ya no miramos con rencor o dolor nuestras relaciones, sino con agradecimiento. Ahora sentimos la seguridad de relacionarnos con personas que sumen, que nos nutran, que puedan darnos al menos lo que nosotros mismos nos damos y desde allí todo es ganancia.
Sara Espejo. Rincón del Tibet
Vía: http://paradigmaterrestre.com

lunes, 7 de mayo de 2018

La negatividad es contagiosa: Rodéate de personas que saquen lo mejor de ti

Tanto las actitudes como los estados de ánimo resultan ser contagiosos, y más aún cuando permanecemos expuestos a ellos durante mucho tiempo. Gran parte de la responsabilidad depende de las neuronas espejo o cubelli, fundamentales para la empatía y para poder ponernos en el lugar de los demás. Esta habilidad es positiva, pero también tiene un impacto negativo, porque podemos propagar fácilmente la negatividad de quienes nos rodean.


La negatividad genera más negatividad

Aunque no siempre estamos dispuestos a admitirlo, un estudio realizado por la Universidad de Indiana ha revelado que las opiniones de los demás nos afectan e influyen en nuestro comportamiento. Estos psicólogos han encontrado que las opiniones negativas tienen un mayor impacto y generan un cambio de actitud en comparación con las opiniones positivas.
En el experimento, los participantes examinaron varios productos. Luego compartieron sus opiniones con los demás, tanto positivas como negativas. Los investigadores encontraron que las opiniones negativas influenciaron las actitudes de los participantes hacia los productos, haciéndolos sentir aún peor. Y lo peor es que aquellos que anteriormente tenían una actitud positiva eran los más susceptibles a la influencia de las opiniones negativas de los demás.
Además, cuando la gente tenía la oportunidad de interactuar cara a cara con aquellos que tenían estas opiniones negativas, era más probable que fortalecieran su actitud negativa y se apreciaba una polarización aún mayor. Este experimento lanza un mensaje claro: la negatividad genera más negatividad.

La tristeza se propaga como un virus

Los psicólogos de la Universidad de Harvard han analizado el vínculo entre los estados emocionales y los modelos relacionales. No tuvieron en cuenta las emociones espontáneas o compartidas que a menudo experimentamos cuando compartimos las mismas experiencias con otras personas, sino que se centró en el impacto de los cambios emocionales que afectan los estados afectivos de las personas más cercanas a nosotros.
Han descubierto así que existe un “patrón de propagación”, como para los virus, y que las fuentes de contagio son mayores en el caso de la tristeza que la felicidad. En otras palabras, cada amigo feliz aumenta nuestras posibilidades de ser felices en un 11%, pero solo necesitamos un amigo triste para duplicar nuestras posibilidades de ser infelices.
Estos psicólogos concluyen que las emociones negativas son como la gripe: cuantos más amigos tengas que padezcan gripe, mayores serán las probabilidades de infectarse, lo mismo se aplica a la tristeza y la desesperación.

También la hostilidad y el mal humor son contagiosos


Rápidamente percibimos el mal humor y la hostilidad, y tan pronto como lo hacemos, algo cambia en nuestro cerebro, cambia nuestra forma de percibir el mundo. Interpretamos las interacciones más groseramente, y esto nos hará asumir la misma actitud que terminará difundiéndose.
Esto fue demostrado por psicólogos de la Universidad de Florida que pidieron a un grupo de personas que asistieran a una reunión con un compañero asignado al azar. Descubrieron que aquellos que habían estado expuestos a actitudes groseras eran más propensos a ser groseros con su próxima pareja. Y lo interesante es que esta actitud podría durar toda una semana.
En un segundo momento, pidieron a los participantes que identificaran las palabras en una serie de letras confusas. Vieron de esta manera que aquellos que habían sido expuestos a una actitud grosera eran más propensos a encontrar palabras relacionadas con emociones negativas. Esto muestra que las interacciones que mantenemos actúan como un filtro, por lo que si estamos expuestos a interacciones negativas, tenderemos a analizar todo desde un punto de vista más negativo y eso es exactamente lo que veremos.

Rodéate de personas que sacan lo mejor de ti

Incluso si no lo queremos, los estados de ánimo de las personas que nos rodean pueden terminar teniendo un gran impacto en nuestras emociones y actitudes. Es por eso que es importante tener mucho cuidado al elegir a quién dejamos ingresar en nuestro círculo íntimo.
Estar constantemente expuestos al mal humor y la negatividad terminará presentando una factura para pagar, por lo que es crucial estar rodeado de personas que puedan sacar lo mejor de nosotros. Por supuesto, también tenemos que asegurarnos de convertirnos en personas con quienes los demás puedan percibir una energía positiva.
La buena noticia es que cuando somos conscientes del hecho de que existe un contagio emocional, podemos actuar como equilibradores de jugadores al alentar a los demás a centrarse en el lado más positivo de las cosas. Es cierto que las emociones positivas son mucho menos contagiosas, pero sigue siendo el mejor regalo que podemos hacerle a alguien cuando está pasando por un mal momento.

Martín para 
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