jueves, 1 de marzo de 2018

Puedes aprender a mantener la calma. Inténtalo


Esto es lo primero que debes saber: mantener la calma es algo que se aprende. Aunque venimos al mundo con una dotación genética que nos hace más o menos impulsivos, lo natural es que comencemos la vida dejándonos llevar por las emociones y las pasiones. Nuestro lóbulo frontal aún no está totalmente desarrollado.
Si tenemos la fortuna de contar con condiciones favorables para nuestra evolución y desarrollo, vamos aprendiendo que para actuar razonablemente debemos controlar los impulsos. También nos vamos dando cuenta de que si no hay ese autocontrol, terminamos actuando de manera errática y acabamos haciendo o diciendo frases que a la larga nos perjudican.
 ► La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco.
                                                                    Jacinto Benavente

La mala noticia es que no todos hemos recibido una educación que favorezca el autocontrol; la noticia positiva es que pasada la infancia podemos realizar esta educación nosotros mismos. Una vez que somos conscientes del problema -en nuestro pasado existen numerosos ejemplos de haber metido la pata por precipitación- podemos actuar para corregir esta dinámica.
En este caso, es verdad que estamos introduciendo un factor de represión sobre nuestros impulsos. Entrar en el mundo de la cultura siempre exige una cuota de renuncia a esos apetitos y deseos que van en contra de la convivencia con otros.
Pero en realidad, a quien más le sirve el autocontrol es a nosotros mismos. Nos impide desperdiciar energía emocional inútilmente y nos permite ser más asertivos. 
A continuación te damos 4 claves para aprender a mantener la calma en los momentos que más cuesta.

Para permanecer en calma, corta de inmediato con el estímulo estresante

La pérdida de control ocurre cuando se presenta un estímulo estresante. Bajo el rótulo de “estresante” podemos ubicar lo que nos asusta y/o nos amenaza. También aquello que nos cuestiona, nos pone en entredicho o se opone a nuestros deseos.
Si no has cultivado el autocontrol, lo que ocurre con ese tipo de estímulos es que te ponen en una actitud defensiva, que se expresa como agresividad: gritas, gesticulas de manera violenta, empleas lenguaje ofensivo o diseñas un discurso hiriente y también amenazante.
Puedes controlar esos impulsos si logras mantenerte quieto y en silencio unos 20 segundos. Si sientes que te resulta imposible no reaccionar, simplemente ponte de pie y corta con la situación por un instante breve, inspirando y expirando profundamente. Es muy cierto aquello de que “hay que contar hasta diez”. A veces, la diferencia entre un gran acierto y un gran error son precisamente esos pocos segundos de ruptura.

Enfoca la atención hacia tu propio cuerpo

Es importante que te programes para estar muy atento a todo lo que pasa en tu cuerpo. Activa el “chip” cada vez que te sientas incómodo con algo o alguien. Deja de pensar en esa realidad externa y, en cambio, vuelca tu atención sobre las señales que te indican cómo estás reaccionando fisiológicamente. Las señales vienen de tu cuerpo, es él quién acompaña el estado de ansiedad, páralo.
Concéntrate en la forma en la que respiras, en los latidos de tu corazón. Piensa en la temperatura de tu cuerpo y si sientes calor, refréscate con agua o con aire fresco. Fíjate si tienes los músculos tensos y estíralos. Sin apenas darte cuenta, estarás cogiendo las riendas de la situación.
Para “activar el chip”, graba en tu mente esta orden y repítela constantemente: “quiero entender las reacciones de mi cuerpo”. Si aparece algo que te ofusca o que te irrita, acostúmbrate a pensar en forma automática: “quiero entender las reacciones de mi cuerpo”. Esa frase será una apertura a la auto-observación y, como consecuencia, al autocontrol.

El ejercicio, siempre el ejercicio

Si tú eres uno de esos casos crónicos (personas que explotan casi todo el tiempo y casi por cualquier cosa), necesitas urgentemente introducir una rutina de ejercicio en tu vida cotidiana. Mejor si se trata de una práctica deportiva, que termine con el exceso de energía que después puedes derrochar en tu contra.
Está comprobado científicamente que el ejercicio activa la producción de diferentes hormonas que inciden sobre el estado de ánimo. El gasto de energía física también te permite liberar ese exceso de tensión emocional que te mantiene irritado o a punto de explotar. Además, la disciplina que exige la práctica de ejercicio, o de algún deporte, es también una forma de entrenar la capacidad de autocontrol.
No se trata de competir contra otros o de poner el objetivo en la victoria. Lo importante es disfrutar de la actividad y de escuchar a tu cuerpo también en un espacio en el que le das libertad imponiéndole un ritmo más rápido y enérgico.
Mejor que se trate de algo que te llame la atención o que disfrutes de algún modo. Pero si te encuentras en esa fase en la que no te gusta nada, simplemente haz tus ejercicios a solas en la casa o sustitúyelo por un paseo diario, a paso rápido. Verás cómo en poco tiempo te sientes mucho mejor.
¿Qué haces tú para mantener la calma?

Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

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