jueves, 31 de agosto de 2017

Odio a mi familia y adoro a los extraños


La familia es ese pequeño universo en donde aprendemos a convertirnos en miembros de una sociedad. No hay familias perfectas, porque no hay seres humanos ni sociedades perfectas. Toda familia trasmite y reproduce traumas, neurosis y vacíos, en mayor o menor medida. Sin embargo, en algunos casos esto toma grandes dimensiones y marca a la persona profunda y negativamente.
En la familia siempre flota alguna suerte de pequeños o grandes odios. Aunque suene paradójico, estos no excluyen la existencia de un gran amor también. Así son los afectos humanos, ambivalentes y contradictorios. El grupo familiar no está exento de ello y por eso se estima como normal que albergue rencores y mezquindades.
Gobierna tu casa y sabrás cuánto cuesta la leña y el arroz; cría a tus hijos, y sabrás cuánto debes a tus padres
                                                                        Proverbio oriental

Sin embargo, hay casos en los que ya no se habla de pequeños odios, sino de graves fracturas en los afectos. No son pocas las personas en el mundo que declaran abiertamente su total rechazo por la familia de la que provienen. Aborrecen a su núcleo familiar. Se avergüenzan de su procedencia. Lo curioso es que al mismo tiempo profesan gran aprecio y admiración por los extraños, por todos aquellos que no forman parte de su entorno familiar.

¿Por qué se llega a odiar a la familia?

El odio hacia la familia encierra por sí mismo una gran contradicción. Implica, de un modo u otro, odiarse a uno mismo. Genética y socialmente somos parte integral de ese núcleo familiar, por lo que hay un punto en que somos indivisibles de este. Pese a esto, el sentimiento de falta de amor y de rechazo por el grupo familiar es algo que experimentan muchas personas. Corresponde a una actitud adolescente que, sin embargo, persiste en muchos adultos.
Este núcleo no es como la persona quiere y para ella esta es una razón suficiente para retirarle su cariño.
Es usual que el odio hacia la familia surja porque la persona experimente que esta le ha fallado de una manera grave, o que fue la fuente de un grave maltrato sufrido. La familia le falla a la persona cuando genera grandes expectativas que después no cumple, cuando deja de atender algún aspecto básico del desarrollo o cuando implementa una educación incoherente, en la que se dice algo y se hace otra cosa muy diferente.
El maltrato, por su parte, abarca muchas realidades. El abandono físico o emocional es una de ellas. También el abuso verbal, físico o sexual. Asimismo, la negligencia o el descuido son una forma de maltratar. Todo aquello que implique una negación sistemática del valor de una persona podría entenderse como maltrato.
Hay casos en los que los miembros de la familia se avergüenzan de sí mismos o se perciben como inferiores frente a los demás. Educan entonces desde una perspectiva de autodesprecio. Este tipo de familias suelen ser herméticas, reacias al contacto externo. Esa también es una de las semillas de un odio o rencor posteriores y la principal causa para que se adopte una percepción de que los extraños son más valiosos que la propia familia.

El aprecio desmedido por los extraños

Durante la adolescencia todos nos enojamos un poco con nuestra familia. Parte de la búsqueda de identidad descansa sobre ese conflicto. De niños aceptamos más o menos pasivamente los parámetros familiares. Al crecer, comenzamos a cuestionarlos y nos fijamos especialmente en sus fallos y errores. Uno de los pasos que nos permiten convertirnos en adultos es precisamente el de superar esa tensión.
Es durante la adolescencia cuando aparecen extraños que comienzan a tener una gran relevancia para nosotros. Por supuesto, nos afecta mucho más la opinión de nuestro grupo de pares, que la visión de nuestros padres. Poco a poco vamos negociando esas contradicciones y encontramos un cierto equilibrio. Solo terminamos de resolver el asunto cuando nos vamos de casa. Paulatinamente logramos sopesar lo que la familia nos dio y lo que nos quitó. Terminamos entendiendo que, en la mayoría de los casos, nunca quisieron hacernos daño realmente.
A veces el conflicto se estanca. Entonces la persona adulta no logra irse de casa o se va y comprueba que el paraíso no estaba fuera del hogar. Que también allá fuera las personas incumplen su palabra o no satisfacen sus expectativas. En este sentido, se puede caer en la tentación de culpar a la familia por nuestras propias incapacidades. También en la trampa de creer que para los demás, para los extraños, la vida es más fácil que para nosotros. Que están mejor capacitados porque tuvieron una familia mejor.
Odiar a la familia y adorar a los extraños es una expresión de un conflicto adolescente sin resolver. Quizás no se ha logrado entender que los demás grupos familiares también tienen sus quiebres, sus secretos y sus neurosis. Quizás odiar nuestro origen nos ayuda a evadir responsabilidades o a no terminar de “destetarnos”. Lo malo es que mientras no se superen esos malestares difícilmente podremos ubicarnos en una posición de adultos.

Edith Sánchez
Imágenes cortesía de Nidhi Chanani
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 30 de agosto de 2017

Cómo detectar y frenar a un manipulador


Son personas que a menudo se disfrazan de corderos pero que en realidad son lobos dispuestos a atacar donde más te duele con tal de lograr sus objetivos. No dudan en pedirte que antepongas sus necesidades a las tuyas y ni siquiera se sienten agradecidos cuando lo haces. Los manipuladores juegan con tus emociones, generan un profundo sentimiento de culpa y una falta de confianza en tus capacidades, de manera que terminas siendo una pieza más dentro de su juego. 

La manipulación psicológica implica ejercer una influencia a través de la distorsión mental y la explotación emocional, con la clara intención de tomar el poder o el control y obtener algunos beneficios o privilegios a expensas de la víctima. El manipulador es consciente de sus actos, actúa deliberadamente creando un desequilibrio de poder que le permite inclinar la balanza a su favor y explotar a la otra persona.

Cuando esta situación se repite a lo largo del tiempo, corres el riesgo de llevar una vida que no es la que deseas pues, sin darte cuenta, te has puesto a sus órdenes y has supeditado tus necesidades y deseos a los suyos. 

¿Cómo actúa un manipulador?


En muchas ocasiones la persona manipuladora es alguien cercano, alguien que incluso estimamos, por lo que no siempre es fácil desvelar sus verdaderas intenciones. No obstante, lo cierto es que la mayoría de los manipuladores tienen un modus operandi similar, un patrón de comportamiento que se repite continuamente:

1. Son verdaderos especialistas en detectar tus debilidades. Todos tenemos puntos débiles, defectos o aspectos de los cuales no nos sentimos particularmente orgullosos o seguros, los manipuladores tienen una especie de sexto sentido para descubrir esas debilidades y usarlas a su favor.

2. Urden un plan para alcanzar sus intereses. Las personas manipuladoras no suelen tener muchos escrúpulos morales, una vez que detectan tu punto débil, lo usarán para manipularte. En su mente se activa un mecanismo maquiavélico para urdir el plan que te hará renunciar a tus necesidades y valores, anteponiendo los suyos. De esta forma, y prácticamente sin darte cuenta, caes en sus redes.

3. Para sentirse satisfechos, necesitan cada vez más. La manipulación es poder, y este puede llegar a ser tan adictivo como cualquier droga. Por eso, una vez que el manipulador ha apresado a su víctima, la utiliza para lograr sus fines cada vez que puede, a menos que la persona ponga fin a esa explotación. Un manipulador no suele dejar libre a sus presas, sino que intenta exprimirlas al máximo pidiendo sacrificios cada vez mayores.

Los tipos de manipuladores


- La víctima. Se trata de un tipo de chantaje emocional muy común pero también muy difícil de detectar porque la persona asume el papel de víctima y te endilga el rol del verdugo. Para estas personas, los demás siempre tienen la culpa, ellos son pobres víctimas humilladas y maltratadas. Con este discurso, despiertan tu sentimiento de culpa y te manipulan.

- El dependiente. Este manipulador se coloca una máscara de persona débil e impotente, que depende de los demás. Sin embargo, detrás de esa apariencia de cordero realmente se esconde un lobo que manipula abiertamente los sentimientos enviando un mensaje muy claro: “no me debes defraudar”. 

- El agresivo. Se trata de personas con mal carácter que pueden explotar en cualquier momento. Su estrategia de manipulación es muy sencilla: se encargan de demostrarte que son los más fuertes, de tal forma que tu personalidad se diluye pues sabes que cualquier paso en falso puede dar lugar a una pelea.

- El interpretador. Se trata de una persona que, a primera vista, parece estar de tu parte, pero utilizará continuamente tus palabras contra ti. Son expertos en manipular la información y ponerla a su favor, en encontrar intenciones ocultas en los mensajes y actos, así generan un sentimiento de culpa por algo que nunca has dicho o hecho.

- El sarcástico. Estos manipuladores no ponen sus cartas sobre la mesa sino que prefieren jugar a buen resguardo. Por eso sus técnicas son los comentarios sarcásticos, las críticas veladas y las humillaciones. De esta forma demuestran su superioridad, te denigran y logran manipularte a su antojo.

- El proyector. Estas personas creen que son perfectas y que los demás están llenos de defectos. Por tanto, cada vez que pueden, te hacen notar que te has equivocado o que no has cumplido con sus parámetros, generando así una gran inseguridad y falta de confianza que juega a su favor ya que ellos se erigen como buenos mentores o jueces supremos.


¿Cómo detener a un manipulador?


1. Conoce tus derechos fundamentales

El primer paso para hacerle frente a un manipulador es ser consciente de que tus derechos están siendo violados. Los debes defender, pero sin hacerle daño a los demás. Concientiza que:

- Tienes derecho a ser tratado con respeto.

- Tienes derecho de expresar tus sentimientos, opiniones y deseos.

- Tienes derecho a establecer tus propias prioridades.

- Tienes derecho a decir "no" sin sentirte culpable.

- Tienes derecho a protegerte ante una amenaza física, mental o emocional.

- Tienes derecho a crear una vida propia.

2. Mantén la distancia

Las personas manipuladoras a menudo se mueven entre los extremos. Es decir, tienen dos caras, pueden ser muy amables con algunos y extremadamente groseros con otros, pueden parecer indefensos y al instante siguiente, comportarse de manera agresiva. Si conoces a una persona así, lo mejor es mantener la distancia porque es probable que se trate de un manipulador. 

En el caso de que ya hayas caído en sus redes, intenta minimizar el contacto. No se trata de huir pero no hay necesidad de exponerse innecesariamente a sus ataques.

3. Evita culparte

Una de las estrategias del manipulador consiste en despertar un sentimiento de culpa en su víctima. Sin embargo, si están vulnerando tus derechos, debes ser consciente de que la víctima eres tú y que no tienes por qué sentirte culpable. Si no llevas esta situación al plano emocional, el manipulador habrá perdido la batalla. Pregúntate:

¿Estoy siendo tratado con respeto?

¿Las expectativas y demandas de esa persona son razonables?

¿Se trata de una relación en la que solo uno da y el otro no entrega nada a cambio?

¿Me siento bien conmigo mismo en esa relación?

Tus respuestas te darán pistas importantes porque te permitirán evaluar si el "problema" en la relación eres tú o la otra persona.

4. Devuelve las preguntas

A veces, para desenmascarar a un manipulador es suficiente con hacerle unas cuantas preguntas, estas le indicarán que no eres una persona fácil de manipular y que conoces sus intenciones, aunque intente ocultarlas. Por ejemplo:

¿Te parece una petición razonable o justa?

Según tú, ¿qué tendría que responder?

¿Me lo estás pidiendo o solo me lo estás comentando?

Estas preguntas hacen que el manipulador se mire al espejo y pueda ver la verdadera naturaleza de su estratagema. Si esa persona tiene cierto grado de conciencia, probablemente retirará la demanda y dará marcha atrás.

5. Usa el tiempo a tu favor

Los manipuladores a menudo realizan demandas irracionales y presionan para obtener una respuesta inmediata porque saben que si reflexionas sobre ello, es probable que te niegues a cumplir sus deseos. Por eso, puedes usar el tiempo a tu favor, cuando te hagan una propuesta respóndeles: "Voy a pensar en ello".

Luego, tómate el tiempo que necesites para evaluar los pros y los contras, con serenidad y sin sentirte presionado.

6. Di “no” con firmeza

Los manipuladores son expertos leyendo el lenguaje extraverbal así que si les das un “no” tibio o inseguro, lo notarán y volverán a la carga. Por tanto, cuando no puedas cumplir sus demandas, dilo claramente y sin titubear. No des demasiadas excusas porque te hará parecer indeciso y puede indicar que sientes culpa por la negativa. Simplemente di: “lo he pensado pero no lo voy a hacer”.



Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

martes, 29 de agosto de 2017

7 tipos de personas manipuladoras que pueden arruinarte la vida sin que te des cuenta


Personas manipuladoras podemos encontrarlas por doquier. De hecho, incluso es probable que nosotros mismos en alguna que otra ocasión hayamos recurrido a tácticas de manipulación emocional, de manera consciente o sin darnos cuenta. Sin embargo, las personas manipuladoras convierten este “juego emocional” en su forma habitual de relacionarse con los demás, para sacar provecho constantemente a costa del equilibrio psicológico de sus víctimas. 

La manipulación emocional consiste en controlar a alguien jugando con sus sentimientos y emociones, generalmente dañando su autoestima y autoconfianza. La táctica común de las personas manipuladoras consiste en hacer que su víctima dude de sí misma, para tomar el control y sacarle provecho a la situación.

Sin embargo, resulta difícil reconocer a las personas manipuladoras porque generalmente se trata de seres queridos con quienes mantenemos un profundo vínculo afectivo. Por otra parte, a menudo usan técnicas de manipulación emocional muy sofisticadas y sutiles que nos hacen dudar de nosotros mismos e incluso pueden hacer que pensemos que somos el "malo de la película".

Personas manipuladoras con las que debes tener mucho cuidado


1. El fanfarrón encubierto

La táctica de esta persona manipuladora consiste en hacernos sentir mal o inferiores de manera encubierta. Esta persona comprende que está mal visto vanagloriarse de sus logros porque los demás le tacharán inmediatamente de engreído. Entonces adopta una estrategia más sutil: se lamenta por sus logros, haciéndonos sentir mal porque estamos muy por debajo de su nivel.

El fanfarrón encubierto jamás nos dirá directamente que tenemos algunos kilos de más, pero se quejará de que no puede entrar en la talla “M” cuando nosotros usamos una “L” o incluso una “XL”. Es la persona que se lamenta porque no puede correr más de 30 kilómetros cuando sabe perfectamente que solo podemos correr 5 kilómetros antes de quedarnos exhaustos.

El fanfarrón encubierto usará su técnica en todas las esferas de la vida, se comparará sutilmente con nosotros para hacer patente que no estamos a su altura y que debemos sentirnos muy mal por ello. De esta forma también se erige como una especie de ídolo a seguir, para que nos pongamos a su disposición y satisfagamos sus deseos.

2. El plantador de ideas 

Estas personas manipuladoras usan una táctica muy sutil: nos presionan con ideas socialmente aceptadas y bien vistas para que estemos de acuerdo con sus puntos de vista y decisiones.

Generalmente su discurso comienza con frases como: "Estoy seguro de que estarás de acuerdo con..." o "No puedes negar que...". Por ejemplo, pueden decir: “Estarás de acuerdo con que un buen hijo cuida de su madre”. Se trata de generalizaciones que reflejan valores positivos pero que, sin duda alguna, tienen muchos matices y pueden variar de un caso a otro. Sin embargo, al presentarlas de esta forma nos ponen en una situación difícil ya que tendríamos que decir: “no, no estoy de acuerdo con lo que dices”.

De hecho, su táctica de manipulación consiste en presentar esas ideas como valores aceptados socialmente, de manera que si no los compartimos, nos convertimos automáticamente en malas personas, y ni siquiera nos darán tiempo para argumentar nuestra opinión. Así no solo logran que nos sintamos mal sino que también nos manipulan si no encontramos la fuerza para negar sus afirmaciones.

3. El decepcionado permanente

Cuando queremos a una persona, nos sentiremos mejor si hacemos algo que la enoja que si la decepcionamos. La decepción es un peso difícil de cargar, nos sentimos muy mal cuando sabemos que hemos decepcionado a alguien importante para nosotros y asumimos que somos malas personas por ello.

Este tipo de persona manipuladora lo sabe y juega esa carta a su favor. Por eso, la encontraremos permanentemente decepcionada. Cada vez que hacemos algo que le desagrada o que no satisfacemos sus demandas, esa persona nos hará saber cuán decepcionada está. El problema es que la sensación de culpa que experimentamos es tan grande que le damos la razón y nos ponemos a su merced.

No nos damos cuenta de que decepcionar a alguien solo significa que no hemos estado a la altura de las expectativas que esa persona tiene para nuestra vida. Decepcionar a alguien significa que esa persona trazó un camino en nuestro lugar y no lo seguimos. en realidad, tenemos todo el derecho del mundo de seguir el camino que elijamos y no debemos sentirnos mal por ello.

4. El victimista crónico

Este tipo de persona manipuladora nos hace sentir en deuda con ella. Nunca se cansa de resaltar todas las desgracias que ha sufrido a lo largo de la vida, por lo que sentimos que por alguna extraña razón que ni siquiera llegamos a entender, le debemos algo.

Dado que cada vez que la encontramos tiene una desgracia nueva que añadir a su larguísimo elenco, no nos sentimos con fuerzas para convertirnos en el “monstruo” que va a añadir un nuevo problema a su vida mientras está pasando por ese mal momento.

El problema es que esa persona aprovechará esa sensación para pedirnos un gran favor y hacer que satisfagamos sus necesidades, incluso a costa de las nuestras. Sin embargo, si nos ponemos a sus pies, no dudará en pasar por encima nuestro para seguirle contando sus desgracias a otros, dejándonos con nuestros propios problemas sin resolver.

5. El oyente selectivo

Cuando estamos inmersos en una discusión, podemos perder la paciencia y decir cosas que no sentimos realmente o de las que nos arrepentimos. Sin embargo, este tipo de persona manipuladora se quedará aferrada a esa frase o actitud, y nos vapuleará con ella hasta el fin de los tiempos.

No importa lo que dijimos antes o después. Tampoco importa el contexto en el que lo dijimos o si intentamos disculparnos y reparar el daño, esa persona utilizará nuestro error para someternos a su voluntad, haciéndonos ver cuánto nos equivocamos y cuán malos somos.

Su estrategia consiste en esperar a que cometamos un error, sacarlo completamente de contexto y usarlo para manipularnos emocionalmente. Esta persona solo se centrará en nuestras equivocaciones porque son las que le permiten alcanzar su objetivo, y todo lo bueno que hagamos simplemente lo borrará. 

6. El mártir

Se trata de uno de los peores tipos de personas manipuladoras porque justifican sus malas acciones y su egoísmo con alguna causa superior. Podría tratarse de una causa religiosa o de algo más terrenal como ser un buen padre o una buena madre. 

Su frase preferida es: “lo hago por tu bien” o “solo estoy intentando ayudarte”, cuando sabemos perfectamente que no es así y que los principales beneficiados serán ellos mismos.

Sin embargo, si se lo hacemos notar, estas personas afirman que no encuentran ningún placer en su comportamiento, pero lo hacen porque es lo correcto. De hecho, pueden llegar a decirnos que esa decisión les duele y les hace sufrir, de ahí que asuman el rol de mártires. Y lo peor de todo es que nos hacen sentir personas horribles porque no somos capaces de apreciar su “sacrificio”.

7. El inquisidor

Esta persona manipuladora utiliza la crítica directa como su arma principal. Su táctica es hacernos sentir que no somos capaces de llevar las riendas de nuestra vida, que no estamos a la altura de la situación y que necesitamos confiar en ella para que todo finalmente se encauce.

Las críticas al inicio son sutiles e indirectas pero con el tiempo serán cada vez más ácidas, socavando profundamente nuestra autoestima. De esta forma va imponiendo su visión de la realidad, sus reglas y sus valores, hasta el punto que terminamos viéndonos a través de sus ojos.

El inquisidor es un auténtico maestro de la manipulación emocional y absolutamente todo lo que hagamos o digamos será usado en nuestra contra porque lo usará para juzgarnos y hacer que quedemos mal parados.

De cualquier manera, no permitas que tomen el control de tu vida. No dejes que te hagan sentir culpable o que juzguen tus decisiones basándose en su propia vara de medir. En ¡Cuidado! Manipulador a la vista, podrás hallar tácticas y estrategias para salir de las redes de la manipulación emocional.


  Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

lunes, 28 de agosto de 2017

Dejar de hablarle a alguien como castigo


Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”, dijo el periodista y político Georges Clemenceau. Sin duda, el silencio puede decir muchas cosas sin decir nada, pero debemos tener mucho cuidado cuando lo utilizamos porque, en palabras del músico Miles Davis, “el silencio es el ruido más fuerte”.

Muchas personas utilizan el silencio como una herramienta para expresar su enojo, su inconformidad o simplemente para escarmentar a los demás. De esta manera, cuando se enfadan, “castigan” al otro dejándole de hablar. ¿Es una buena estrategia? ¿Qué se esconde realmente detrás de ese tipo de silencio?

¿Por qué algunas personas responden a los conflictos con el silencio?


Ante todo, es importante distinguir entre el silencio que nace del deseo de no discutir más, porque se ha comprendido que el conflicto ha llegado a un punto muerto y no se desea añadir más leña al fuego, y el silencio que se utiliza como espada para castigar o escarmentar al otro. 

La persona que recurre al silencio como castigo generalmente es porque no dispone de otros recursos psicológicos para enfrentar la situación. El silencio es su respuesta por varias razones:

- Cree que su interlocutor no le escucha, que no está abierto a su punto de vista, y utiliza el silencio para “obligar” a escucharle.

- Piensa que su interlocutor debe disculparse por su actitud o palabras, y utiliza el silencio como escarmiento.

- Cree que es inútil hablar del tema porque no se llegará a un acuerdo, de manera que usa el silencio para que el otro se sienta obligado a dar su brazo a torcer.

- Se siente profundamente ofendido, pero no quiere reconocerlo, y utiliza el silencio para que el otro recapacite.

- No desea abordar un tema sensible, por lo que culpa al otro y le castiga con el silencio, para que sea quien cambie.

Sea cual sea la razón, en el fondo este uso del silencio lo que persigue es doblegar al otro, es una especie de castigo a través del cual se culpa a la otra persona y se pone la responsabilidad de la relación en sus manos. Es como decir “no voy a decir nada más, tú verás qué haces, la responsabilidad última es tuya”. 

Esto significa que la persona que calla en realidad no tiene interés en resolver el conflicto mediante el diálogo, sino que tan solo quiere que el otro acepte su punto de vista.


Usar el silencio como castigo implica una actitud manipuladora y agresiva


Usar el silencio como castigo es una actitud infantil que no resuelve nada pues aunque brinda una gratificación egoísta para quien calla, deja un amargo sabor en la boca en su interlocutor y genera cicatrices en la relación. De hecho, poco a poco se instaura una relación de manipulación emocional, donde uno es sometido a través del silencio.

No hay dudas de que el silencio puede tener múltiples significados, pero usarlo como castigo implica una actitud pasivo-agresiva. Es decir, dejar de hablarle a otra persona es una agresión velada. De hecho, en algunos casos este tipo de silencio puede dejar cicatrices más profundas que una agresión verbal directa porque el silencio es un vacío susceptible de cualquier tipo de interpretación.

Debemos recordar que la distancia emocional que impone el silencio no es la mejor manera para resolver los conflictos y acortar las distancias. La comprensión se logra a través del diálogo, no mediante el uso de silencios cortantes que ahondan las diferencias.

Si bien es cierto que en algunos casos el silencio puede funcionar y la otra persona se disculpará y dará su brazo a torcer, en última instancia esta táctica solo generará rencor y problemas ya que el conflicto en realidad no se ha solucionado, solo se ha encubierto.

¿Cómo se siente la persona que sufre el “tratamiento de silencio”?


El silencio puede ser interpretado de muchas formas, pero normalmente lo interpretamos de la peor manera posible. Un metaanálisis realizado en la Universidad de Texas que incluyó los resultados de 74 estudios en los que participaron 14.000 personas llegó a la conclusión de que el silencio suele ser muy destructivo en las relaciones de pareja ya que las personas lo interpretan como una falta de implicación del otro y un intento de someterlos emocionalmente. 

Estos psicólogos apreciaron que el uso del silencio como castigo es común en las parejas y es uno de los factores que conducen al divorcio porque estas personas no solo se sienten menos satisfechas con la relación, sino que además perciben a su pareja más distante emocionalmente.

De hecho, uno de los problemas es que quien recibe el tratamiento silencioso se sentirá cada vez más frustrado por la falta de respuesta e implicación del otro, lo que la relación será cada vez más tirante y se producirán más roces.

La persona que es víctima del tratamiento del silencio se sentirá confundida, frustrada y hasta culpable. Es probable que también se sienta sola e incomprendida. Obviamente, estos sentimientos no contribuyen precisamente a mejorar la relación y solucionar el conflicto, al contrario, crean una brecha cada vez más grande.

Los usos positivos del silencio


A veces es mejor callar, como por ejemplo:

- Cuando estamos demasiado enojados y nos damos cuenta de que podemos decir cosas de las que después nos arrepintamos.

- Cuando nuestro interlocutor está demasiado exaltado y la discusión está degenerando.

- Cuando se utiliza como una pausa en la discusión para que el otro reflexione sobre sus palabras.

La diferencia entre estos usos positivos del silencio y el silencio usado como castigo es que existe respeto hacia el otro y no se pretende doblegar o herir a nadie.

En cualquier caso, es importante asumir que el silencio es un dardo vacío que puede adquirir múltiples significados, por lo que si la otra persona realmente nos importa, lo mejor es decir de manera asertiva lo que pensamos y sentimos. Así no habrá lugar para malentendidos.

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Lovaina comprobó que el silencio no ayuda a que los problemas desaparezcan o los olvidemos, todo lo contrario, refuerza el problema. Estos psicólogos comprobaron que la mejor manera para dejar atrás los conflictos consiste en hablar de ellos.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com


Fuentes:
Schrodt, P. et. Al. (2014) A Meta-Analytical Review of the Demand/Withdraw Pattern of Interaction and its Associations with Individual, Relational, and Communicative Outcomes. Communication Monographs; 81(1): 28-58.
Stone, C. B. et. Al. (2012) Toward a Science of Silence. The Consequences of Leaving a Memory Unsaid. Perspect Psychol Sci; 7 (1): 39-53