lunes, 14 de noviembre de 2016

Dejar de lidiar con lo que nos duele es de listos, no de cobardes




Elegir ser fuerte y afrontar el dolor es lo mejor que podemos hacer, pero a veces esa estrategia no implica que lo revivas y te retuerzas en él continuamente. Evitar algo que te cuesta trabajo y que te desafía para conseguir lo que valoras en la vida es huir. Evitar encontrarte continuamente con lo que perturba tu estado de ánimo y te está impidiendo vivir con tranquilidad es inteligencia emocional.
La libertad y la fortaleza también radica en el hecho de evitar toparnos una y otra vez con aquello que nos incomoda o nos produce dolor. Ser fuerte es enfrentarte a tus miedos y fantasmas, por ejemplo el del miedo al rechazo por mostrarnos tal y como somos. Y somos tanto lo que nos gusta como lo que no nos gusta. Por ello que dejar de lidiar con lo que nos duele es de listos, no de cobardes.

Dejar de lidiar con el dolor inútil que nos impide evolucionar

Algunos psicólogos humanistas como Carl Rogers ya señalaban que la tendencia de todo ser humano es la de autorrealizarse. Otros como Kelly, Royce y Powell hablaban de la capacidad del ser humano para ser un agente activo que construye su realidad con el fin de adaptarse al mundo y de, también, construir su propia individualidad.

Este proceso de búsqueda y de experimentación es totalmente apasionante si poco a poco vas encontrando aquello que te hace crecer como persona y no estancarte en un propotipo más parecido al de un autómata que al de una persona original y dinámica, que cambia con el tiempo y las circunstancias.
La depresión y la ansiedad a veces tienen su origen en la inmovilidad. Una inmovilidad que se deriva de la creencia impuesta de que, para ser personas válidas, tenemos que hacer gala de una fortaleza inusual ante aquello que no soportamos. Además, adherida a esta creencia, nos encontramos con la idea de que nuestro éxito reside en poder superarlo y salir victoriosos.

Muchos trastornos psicológicos aparecen cuando no somos capaces de decir a tiempo “BASTA”. Algo aparentemente fácil en algunos contextos, pero tremendamente difícil para algunas personas que prefieren sentarse en un asiento incómodo y peligroso antes que hacer el esfuerzo de repararlo.

Decir BASTA es necesario

En un mundo en el que el estado de felicidad ya no es un estado de ánimo más, sino una imposición constante: estar feliz, ser fuerte y sobre todo demostrarlo. Esta necesidad creada se convierte en una cárcel emocional que no deja fluir todo el complejo dinamismo psíquico del que disponemos los seres humanos.
Uno de los componentes de ese dinamismo es el desagrado y dolor que nos producen determinadas personas y situaciones. Los seres humanos sentimos dolor, lo sentiremos siempre, pero poder evitarlo cuando está en nuestra mano es una sana estrategia emocional. Eso no determina nuestra mayor o menor fortaleza, sino nuestra inteligencia para evitar aquello que sabemos que siempre nos ha debilitado.
“Sé fuerte hijo, ese niño no podrá contigo; enfréntate a él”. “Sé fuerte  ante una ruptura, debes enfrentarte a ver a tu ex con otra”. “Sé fuerte y aguanta, aunque ese trabajo no te guste, tendrás tu sueldo”. “Relaciónate con todo tipo de personas, aunque a veces sean dañinas, la vida es así “. “No tomes tan en serio los desprecios de tu familia, la sangre es la sangre”. ¿Quién no ha escuchado estas frases alguna vez?

Si bien es cierto que la vida es así, con momentos duros, no debemos definir la fortaleza y la cobardía en estos términos. La fortaleza tiene más en relación con afirmaciones del tipo ” Tengo que lograr exponer algún día en público porque esto es importante para mi trabajo”; “Hoy me apetece pasármelo bien y no tengo por qué estar en el mismo sitio que mi ex pareja cuando aún no he superado la ruptura”. “No me callaré ante los desprecios de mi madre en público” o “Dejaré este trabajo porque me agota y no es lo que deseo en la vida”.


Para la gran mayoría, las últimas afirmaciones pertenecen a la utopía, a personas inmaduras o egoístas. Sin embargo, las primeras perpetúan mucho más situaciones de dolor e injusticia que las segundas. Crean personas infelices con su trabajo, pareja y amigos. Crean personas incapaces de autorrealizarse por no saber diferenciar el dolor inútil del dolor valioso.

Entender mal la fortaleza crea personas cobardes respecto a sus propios sentimientos. Desperdicia talento y pasiones por situarse en lugares y junto a personas equivocadas. Así, piensa que si eres inteligente no vas a tener que desarrollar tanto fuerza para enfrentarte a situaciones complicadas. No te sientas un cobarde, sino alguien que lucha por aquello que le hace más fuerte y no que se empeña en lidiar con aquello que le debilita.

Psicología/Cristina Roda Rivera
https://lamenteesmaravillosa.com/

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