miércoles, 3 de agosto de 2016

Cuando te vuelves “frío” las personas valoran quién eras antes


Al final, casi sin saber cómo, llega ese día en que te vuelves algo más frío, algo más cauto para empezar a recordar qué era aquello llamado amor propio. Sin embargo, quienes nos rodean no terminan de entender este necesitado cambio interior. Es entonces cuando acontece la “magia“: los demás empiezan a valorar la persona que eras antes.
Quien diga que las personas no cambian se equivoca. El ser humano no varía sus comportamientos ni su estilo de personalidad de un día para otro como quien chasquea los dedos. El proceso del cambio es algo más íntimo, pausado y hasta descarnado, porque más que cambiar, crecemos. Algo así solo se consigue tomando plena conciencia de nuestras limitaciones y agujeros negros.
Hasta el corazón más enamorado se cansa de ser lastimado, y entonces, se vuelve algo más frío, con más muros y espinas. Es precisamente en este momento cuando los demás, empiezan a valorar la persona que eras antes.
En este nuestro complejo viaje por la vida, volverse frío no es ni mucho menos una derrota. Es un simple mecanismo de defensa. Porque la existencia no implica solo hacer frente a las complicaciones del día a día, es esencial que seamos capaces de construir nuestros propios procesos de supervivencia para ser los auténticos protagonistas de esta aventura.
Te proponemos reflexionar sobre ello con nosotros.

El corazón frío y la ausencia de las pequeñas cosas

Jeffrey Kottler es uno de los divulgadores más conocidos en la psicología del cambio. Con libros como“A solas con uno mismo” nos enseña que a lo largo de sus más de 30 años de experiencia en este campo del crecimiento personal, hay un aspecto que está claro: las personas cambiamos por necesidad y para sobrevivir con mayor eficacia.
Ahora bien, hay un detalle que no deja de ser realmente interesante. Por ejemplo, cuando pasamos un tiempo sin ver a una persona y al reencontramos percibimos en ella cierto cambio en su actitud, nos preguntamos aquello de “¿pero qué le habrá pasado?”. Tal y como nos indica el doctor Kottler, las personas no hacemos grandes transformaciones ni es necesario que experimentemos hechos puntuales de gran impacto para cambiar.
Nos basta el rumor del día a día, la cotidianidad de las pequeñas decepciones, de palabras dichas o no dichas, de las ausencias,  de las renuncias continuadas y del darlo todo sin recibir nada. Son pequeñas motas de arena que poco a poco crean auténticos desiertos emocionales, propiciando a su vez un cambio con una clara necesidad: empezar a priorizarse a uno mismo para sobrevivir.

Defendernos de los egoísmos que nos acechan

El corazón frío es la mente que se ha cansado de esperar. Es nuestra autoestima poniendo la voz de alarma y el autoconcepto saliendo por la puerta de emergencia en busca de una solución. Ser un poco más frío es la respuesta temporal ante las disonancias de la vida. Es poner líneas rojas para que germine de nuevo el amor propio.
Ahora bien, lo más probable es que las personas más cercanas a nosotros perciban ese cambio y se pregunten qué ocurre y por qué razón ya no somos esas criaturas solícitas y manejables de antes. Es posible también, que lejos de entender dicho cambio, se sientan molestos al no encontrar esa cerradura en nuestro corazón donde antes, abrían todas nuestras puertas para saciar sus egoísmos.
Esta transformación nos permite además profundizar en diversos aspectos que te señalamos a continuación.

Cosas que ha aprendido el corazón frío

La persona con el corazón un poco más frío -que no muerto, ni yermo ni apagado- ha entendido que las cosas no pueden ser siempre como uno/a desea. Hay que aceptarlas tal y como son y actuar en consecuencia.
  • También sabemos que la vida, a veces, no es justa y que las personas no siempre son leales ni respetuosas. De ahí, que antes de enfocar nuestra existencia en lo que hagan o dejen de hacer los demás para validarnos a nosotros mismos, descubramos que siempre será mejor dejar a un lado lo que sentimos, de manera que nuestro amor propio no siempre sea el sacrificado.
  • Cada decepción vivida, cada chantaje experimentado y cada vacío almacenado ha hecho que se encienda muy a menudo el “gorjeo” de los pensamientos negativos en nuestra mente. Ahora bien, después de haber alcanzado la calma y visto las cosas desde el ventanal de un corazón un poco más frío, entendemos que solo hay dos opciones: apegarnos a la propia negatividad o desinfectarla. Optamos por lo segundo.
A veces, todo lo que se desvanece y muere en nuestro interior nos devuelve de pronto a la realidad.Un corazón un poco más frío y prudente mira las cosas con más templanza, para decidir qué se queda y qué se va de nuestras vidas, y lo creamos o no, no hay nada malo en ello.
Porque cambiar es crecer y ganar en dignidadUn proceso natural por el que finalmente acaba pasando la luz a través de nuestras cicatrices.

Psicología/Valeria Sabater

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