domingo, 31 de julio de 2016

Si la vida te da personas maravillosas es porque lo mereces


Si la vida te da personas maravillosas es porque las mereces, porque las cosas buenas no caen del cielo porque sí. También tú eres un artesano de la reciprocidad y del vínculo que se crea desde el corazón, y ante todo, te preocupas por cuidar de todo aquello que de verdad, vale la pena en tu vida.
Algo que resulta curioso es que con la amistad, ocurre casi lo mismo que con el amor: las personas creen saberlo todo. Se ven a sí mismas como poseedoras de un doctorado en relaciones y la maestría en la sabiduría de la afectividad. Sin embargo, son incapaces de leer la decepción en esas arrugas de más en la mirada de sus parejas o la apatía de esos supuestos amigos del alma, que dejaron de confiar hace mucho en él o ella.
Personas maravillosas son aquellas que aman tus cenizas sin conocer tus incendios, que entran en tu vida sin avisar y que deseas que jamás salgan de ella. Las personas más excepcionales están junto a ti no por casualidad, sino porque las mereces, porque sabes muy bien cuánto vale su alma y la nobleza de sus corazones.
Si a día de hoy tenemos a nuestro lado figuras que enriquecen nuestras vidas es porque nosotros SÍ entendemos cómo funcionan esos cimientos que erigen el respeto, la magia de los silencios compartidos o del dejarlo todo cuando las penas asaltan a ese rostro que tanto apoyo nos ha transmitido con la mirada y las palabras.
Personas excepcionales hay muchas, pero las tuyas son las mejores y te las mereces.

Hay personas que son tu patria

Puede que sea tu pareja, tu familia, tus amigos o por qué no, todos ellos. Las personas disponemos de una patria personal, de un mapa muy íntimo donde se trazan pequeñas historias y donde se habla un mismo idioma: el de los afectos sinceros, el de las emociones que nos ayudan a crecer y que sanan. Esa, y no hay que olvidarlo nunca, es una patria que exige mucho trabajo.
Los amigos no se tienen como quien acumula amistades en un perfil de Facebook. La amistad, como el amor, se cuida todos los días y uno se preocupa por alimentar sus raíces, para que ese vínculo sea fuerte, digno y capaz de hacer frente a cualquier tormenta.
Los habitantes de nuestras patrias personales son como esa rosa que el Principito atiende con dedicación en su pequeño planeta sabiendo que es diferente a cualquier otra, sencillamente, porque es la suya.

Las personas maravillosas pueden aparecer de casualidad, eso es algo que todos hemos experimentado alguna vez, pero el que permanezcan a nuestro lado es algo que solo el tiempo dirá. No podemos olvidar que en toda patria hay batallas y diferencias, en todo mapa personal hay cicatrices y también huellas que dan luz y forma a lo que somos ahora.
El amor y la amistad que nos ofrecen esos seres excepcionales nos define también a nosotros mismos, porque compartimos las mismas historias, porque hemos caminado por los mismos senderos, sabemos lo que valen y los merecemos también por ello.

Personas maravillosas y personas efímeras

El primer estudio sobre el impacto de la amistad en nuestra salud se realizó en 1979 y duró casi nueve años. Se llevó a cabo en California y se descubrió algo que todos sabemos a día de hoy:disponer de una buena red de apoyo con la que compartir experiencias, miedos, instantes de distensión y complicidad, reduce de forma notable el riesgo de sufrir infecciones, infartos cardíacos o derrames cerebrales. 
Tener a nuestro lado a personas maravillosas es sinónimo de bienestar y salud. Sin embargo, las relaciones positivas y verdaderamente significativas en nuestras vidas apenas se cuentan con los dedos de una mano. ¿Qué es lo que falla? Bien, en realidad no podemos hablar de “fallos” sino de conductas y comportamientos en los que somos libres de encajar o no en estas nuestras patrias personales.
Te proponemos reflexionar sobre ello.

Personas que vienen y van y almas que perduran

Algo que muchos sociólogos están percibiendo es que gracias a las redes sociales las personas empezamos a establecer amistades en base a intereses comunes. Formamos grupos y subgrupos en Facebook donde compartir experiencias sueños y deseos. Ahora bien, muchas de estas amistades son efímeras o vinculadas solo a un tipo de actividad o necesidad muy concreta.
  • Hay amigos que vienen y van, que duran lo que un contrato de trabajo, lo que un mes de alquiler o lo que nos dure la paciencia a través del whatsapp. Puesto que llevarnos bien con todo el mundo no es ninguna obligación, hay amistades que, simplemente, terminan mutando su piel en una necesitada indiferencia.
  • Las personas extraordinarias llegan a medida que te vas conociendo mejor a ti mismo y te das cuenta de que has formado una patria, que tu gente es tu territorio y que invertir en ellas es invertir en vida, en salud y en tu propio destino.
Hay quien suele decir aquello de que “no merezco los amigos o la familia que tengo”, pero es un error. Los merecemos porque los valoramos, porque los cuidamos y porque los queremos a nuestro lado tal y como son. En toda su esencia, en toda su magia. Merecemos ser felices y aprender cada día de nuestras personas maravillosas.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 30 de julio de 2016

Hay días en que todo está desordenado: el pelo, la cama, el corazón. . .


Hoy todo en mí está desordenado: el pelo, la cama, el corazón…Ya no tengo quien desnude mis miedos y abrace mi alma, pero aún así, te prometo que recogeré cada pedazo perdido, cepillaré mis vacíos y trenzaré mis penas para que nada de esto me impida volver a vestirme con sonrisas, con esperanza.
Cada uno de nosotros hemos experimentado alguna vez estas encrucijadas vitales en las que, de pronto, todo parece estar desordenado. Nuestras brújulas personales ya no marcan el norte y casi sin saber cómo, llegamos al borde del abismo. Ahora bien, lo creamos o no, en estos instantes solo tenemos dos opciones: caer en ese abismo y tocar fondo o salir impulsados hacia el cambio, hacia una nueva realización personal.
Tengo el alma desordenada y un corazón herido. Trenzo mis penas en silencio mientras te dejo ir, mientras desahogo mis pesares y decepciones sabiendo una cosa: en la persona tan fuerte en que voy a convertirme cuando por fin, vuelva a soltar mis cabellos ahora trenzados con las lágrimas…
Resulta curioso analizar por un momento, el significado etimológico de la palabra “crisis”. Viene del griego y deriva a su vez de dos términos muy interesantes “la rotura de algo” y la oportunidad de “analizar” ese algo.
Así pues, cuando nuestra vida esté tan desordenada que no sepamos siquiera con qué pie empezar a caminar, nada mejor que analizar cada una de nuestras partes rotas para comprendernos mejor y después, propiciar el cambio. Te proponemos reflexionar sobre ello con nosotros.


Un cerebro desordenado que intenta sobrevivir al caos

Sabemos que este dato puede sorprenderte, pero nuestro cerebro no ha evolucionado precisamente para permitirnos ser cada vez más felices. De hecho, cada generación sigue teniendo casi los mismos problemas emocionales y existenciales que sus antecesores. Nuestro “tejido gris”, por así decirlo, no es ningún gurú en materia de felicidad.
El cerebro solo tiene una necesidad: garantizar nuestra supervivencia. De ahí, por ejemplo, los miedos, esos mecanismos instintivos que resultaron ser muy eficaces para que el hombre primitivo se defendiera de posibles depredadores. Ahora bien, en la actualidad, nuestros miedos son menos concretos y más intangibles: tenemos miedo a la soledad, al fracaso, a no ser amados, a no cumplir determinadas expectativas…
A ello se le suma otro aspecto esencial. Según un estudio publicado en la “Review of General Psychology” las experiencias negativas dejan en nuestro cerebro una impronta más profunda que las positivas. No obstante, su finalidad es clara: aportarnos nueva información para poder sobrevivir mejor ante nuevas situaciones vitales.

Por tanto, el cerebro percibe esos instantes de crisis y desorden personal como “pequeñas amenazas” a nuestra propia supervivencia. De ahí, su “invitación” a que seamos capaces de adaptarnos mejor a nuestros contextos y para ello, en ocasiones, solo existe un modo: el cambio.

Cómo afrontar nuestras encrucijadas vitales

Pocas cosas dejan tan desordenado nuestro corazón como una ruptura afectiva. La inversión emocional y personal es tan alta en estas situaciones que tras ese adiós, nos podemos más que escondernos en la caracola de nuestra soledad para escuchar el rumor de todos esos sueños perdidos.
Puesto que sabemos ya que nuestro cerebro no tiene ese interruptor natural para hacernos felices de nuevo, basta con recordar varias cosas que sí posee: resiliencia, la habilidad para enfrentar la adversidad y una altísima capacidad creativa para buscar la mejor estrategia con la cual, salir de nuestras encrucijadas vitales.
Te ofrecemos sencillas pautas que pueden servirte de ayuda.

Claves para restablecer el orden y hallar nuestro equilibrio personal

Cuando todo está desordenado nada mejor que sembrar de pequeños placeres nuestro día a día. Puede parecer una tontería, pero cuando nuestra mente sufre un exceso de “pasado” y un temor extremo al “futuro” nada mejor que anclarlo al presente mediante actividades sencillas y placenteras.
  • Sal a caminar, desconecta de la rutina y de lo que te es habitual en tu cotidianidad. De este modo, verás las cosas desde otra perspectiva.
  • Entiende que vivir es ante todo tomar decisiones. Ante toda encrucijada lo único que se nos exige es una cosa: ser responsable de nosotros mismos.
  • Para tomar decisiones se requiere primero de una adecuada calma interna. Puede que ahora mismo solo sientas el desorden de tus emociones y sentimientos, pero siempre llegará ese instante en que debas detenerte y tomar conciencia de dónde estás y lo que necesitas.
  • Ensaya posibilidades. Empieza propiciando pequeños cambios y atiende qué sucede. Si te complace el resultado, da un paso un poco más grande, un cambio más atrevido y verás entonces cuántas colinas y montañas eres capaz de mover.

En conclusión, a pesar de que nos sorprenda, en realidad, las personas no deberíamos temer tanto estos instantes vitales de desorden personal. Lejos de darles una atribución puramente negativa, es mejor verlos como lo que son: nubes temporales sin certeza que nos obligan a abrir nuestros paraguas de colores para sortear la tormenta.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 29 de julio de 2016

El sentimiento de culpa‏

Todos hemos sentido alguna vez ese juez interior que implacablemente dictaba sentencia.
    En ese momento la sensación de malestar nos invade, pues sentimos que no vamos acorde en pensamiento, palabra o actos, de nuestro patrón fijo determinado. La culpa cae ante nosotros quedándose fijamente adherida y embarrando cualquier situación que se presente.


Nada tiene sentido de disfrute experimentado culpa, pues ésta tratará de interponerse, para con su presencia, recordarnos que su ausencia no será producida por el mero hecho del arrepentimiento. La culpa gana poder desde el inconsciente, pues en muchos casos es de donde emergen estos sentimientos.
    La culpa se impone en nosotros como la más adosada de las pieles, y se le añade la sensación de malestar y arrepentimiento que, mediante el canal del pensamiento, nos mortifica con su incesante condena. El enredo comienza al racionalizar -y no razonar- las justificaciones que provoquen remitir la magnitud del suceso.


 El sentimiento de culpa puede ser más duradero que una condena carcelaria, pues ésta nos hace prisioneros de la más difícil y deseadas de las libertades: la interior. La culpa tiñe toda atmósfera vivencial. Se llega a incorporar nada más despertar por la mañana, e incluso su impulso sigue interfiriendo a través de las imágenes oníricas que se producen en los sueños.
    La persona vive doblada con el peso de la culpa. Su carga cada vez se puede hacer más pesada e incluso acabar siendo incorporada a la rutina mental, ya que como un ruido de fondo, se mantiene a un lado de los procesos mentales. Su disolución puede ser provocada por el remiendo oportuno, por indiferencia, o por su propio desgaste.
Dependerá del grado de importancia que aportemos al sentimiento de culpa, y hasta qué punto el acto, palabra o pensamiento, llegan a tener un peso suficiente para provocar daños de inmensas magnitudes o resultados irreparables.

    La ecuanimidad, seguida de la reflexión lúcida y consciente, se convierten en herramientas para chequear el origen de la culpa, pues ésta a veces se camufla como una parte ya instalada de nosotros mismos. El sentimiento de culpa puede tener origen en creencias impuestas, ideales hacia nosotros, relaciones basadas en proyectar culpa para ser manipulados, o darnos cuenta también que hemos sido nosotros los que hemos manipulado. Otras, tienen un carácter más leve, como saltarse la dieta, no ir al gimnasio... Pero en cada uno de los casos, la sensación se basa en que nos hemos traicionado a nosotros mismos. Otras, podemos ser nosotros los que proyectemos culpa en los demás, pues nos permite en muchos casos prescindir de ciertas responsabilidades y acoplárselas a otros, saliendo airosos de una circunstancia.

    La culpa o arrepentimiento, produce una autoflagelación invisible hacia los demás. La consciencia se empaña y no ve más que la neblina de su sentimiento. La persona puede anhelar retroceder en el tiempo, pero empujado por el curso de la vida, siente que no queda otra alternativa que mirar hacia el frente.



 La culpa que no es instrumentalizada para reconocer el error y ejercitar el aprendizaje, sólo consigue robar paz y sosiego, pues solapado por la misma, estos estados no llegan a eclosionar en el sujeto. Las capas de culpa oscurecen cualquier florecimiento interior. Su fuerza compulsiva se va alimentando a medida que rumiamos con pensamientos repetitivos. Al no llegar a ser enfriado por la lucidez y la compasión hacia nosotros mismos, la culpa puede ir depositándose en el inconsciente, y en estado de letargo, esperar su activación a la mínima reacción que le despierte de su dormidera.
    Una culpa mal digerida se transforma en basura emocional y se convierte en un lastre que impide avanzar en la circunstancia vital.

    Una persona puede proyectar penitencias futuras que colmen la culpa interior. Otras veces se deja en manos de las casualidades, la señal o anticipo que afirme nuestra absolución, dejando la respuesta a calmar nuestro desasosiego en golpes de coincidencia que nos sirvan de orientación en la oscura inmensidad de la culpabilización.


El sentimiento de culpa desgarra la paz interna, obnubila la consciencia y uno queda atrapado en la proyección de repercusiones anticipadas.
    El ser se sumerge y a veces queda cubierto por la presencia del ego. Éste se protege mediante autoengaños y justificaciones de todo tipo, quedándose respaldado en sus opiniones y protegido por sus afirmaciones.
    Sólo el anhelo de desinstalar la culpa nos puede hacer escarbar en nosotros mismos. Eso significa que iríamos profundizando hasta alcanzar el origen que promueve la culpa (siempre hablando de daños menores y sobre todo profundizando en el remordimiento; obviando los actos impunes o crueles, y menos aún, perversos), y descubriríamos el arsenal de miedos e inseguridades que hilan la culpa.

    La culpa en sí no es provechosa y desgasta la energía sin ningún fin en concreto que el de la autocompasión y la fricción con nosotros mismos. Sólo tiene sentido cuando se alquimiza con la firme resolución de querer modificar la actitud y las acciones en cuanto la vida nos vuelva a presentar la oportunidad de una repetida situación y, la afrontemos con consciencia resolutiva.

    Por no aceptar nuestros fallos evitamos que nos culpen; por no entender que los demás cometen fallos, buscamos culpables.



El buscador comprende que la culpa desprende un hilo que, si lo sigue, le transporta hacia dentro. Trata de observar para no identificarse con ese proceso, entendiendo que sólo es una pequeña piedra dentro de un zapato y que a cada paso se manifiesta su molestia. Trata de analizar sus puntos de vista, inseguridades, miedos infundados y todo ese manantial de memorias instaladas que despiertan la incomodidad de la culpa. Trata de entender que el hecho de permanecer en este planeta va a distar de diversos intereses con el resto de personas y, que no por ello debe dejar de velar por los suyos, pero eso sí, tratando de no dañar a los demás. Comprende en su senda, que a medida que su personalidad se va desetiquetando, no hay lugar para culpas y reproches hacia uno, pues desarrollando la atención y la idoneidad, irá cubriendo sus circunstancias sin caer en negligencias y eligiendo con cordura, respuestas más conscientes y sabias.

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jueves, 28 de julio de 2016

La Madurez

Envejecer es inevitable, madurar no. Alcanzar la vejez es permitir a la naturaleza completar su plan; madurar significa implicarse en un desarrollo transformativo que nadie puede hacer por uno mismo.


Hay una diferencia muy notable entre la persona anciana y la que ha madurado. En una persona madura no sólo ha cambiado la “carcasa”, sino quien la habita. En cambio, una persona puede envejecer manteniendo internamente los mismos rasgos que la conformaban décadas atrás.
La vida puede convertirse en un tránsito que nos acerque poco a poco hacia la muerte o en un camino donde la persona proceda a hacer de su recorrido una vía de transformación y desarrollo. Madurar no es gratuito, hay que estar presente. No se genera a nuestras espaldas ni por un descuido. Es un florecimiento arduo en el que se debe ser consciente de cada momento que es regado. Nadie madura por accidente. Puede alguien parecer maduro o madura en apariencia, pero en esencia mantener los mismos condicionamientos arraigados que impiden evolucionar en la senda de la maduración.
Madurar no es acumular experiencias, sino extraer la sabiduría de las mismas. La madurez no es haber agotado años con un gran cúmulo de sucesos vividos, sino haber alcanzado cierto grado de plenitud y haber comprendido de una manera profunda la dinámica de las circunstancias. Esa extracción enriquece un conocimiento más allá del intelectivo, pues al ser experiencial sólo le pertenece a quien lo ha vivido.

Qué no es madurez

Para entender la madurez, primero hay que entender qué no lo es. Alcanzar el destino no significa haber disfrutado del paisaje. Alcanzar una cuantía de edad no significa haber progresado en la realización de uno. Se puede haber aprovechado esos años para alcanzar logros, aspiraciones y un montón de cúmulos materiales. Pero haber nacido antes no nos sitúa en un peldaño de madurez; lo que sí indica es que hemos dispuesto de más tiempo para alcanzar dicho peldaño, y serán nuestras actitudes las que mostrarán si hemos llegado a subir ese escalón.
La madurez es una construcción cuyos cimientos se originan en el interior de la persona. Se derrumban y se vuelven a construir. Es un proceso lento y de reconversión a cada momento. La persona madura no alardea de ello, pues entiende que este proceso no tiene un final.
La madurez es sencillez, humildad y no un revestimiento de sofisticación. La madurez no es una coraza rígida sino, todo lo contrario, un estado de apertura. La persona madura halla en sí misma las habilidades para manejarse con las circunstancias de la vida. Ha ido forjando recursos y convierte el paso del tiempo en una herramienta más para su autoaprendizaje y desarrollo. Ha sabido ir cambiando de actitudes para permitir el fluir de las circunstancias debilitando la fricción y ganando la batalla al bienestar.
La persona que transita la senda de la madurez ha ido perdiendo toda clase de enemistades. Sabe tomar las riendas de la responsabilidad sin tener que cargarla a las espaldas de nadie. Entraña un margen de entendimiento que no deja a la persona desprevenida ni indefensa ante los acontecimientos.
Son síntomas de madurez y de salud emocional los estados de visión cabal, ecuanimidad, sosiego ante los imprevistos, desarrollo de la capacidad de entendimiento y empatía, comprensión, contento interior y predisposición a cooperar. Son síntomas de inmadurez la envidia, celos, animadversión, reacciones desmesuradas, falta de comprensión, egoísmo, alardeo de cualidades de las que se carece…
Un mismo hecho no será igual recibido por la persona madura que por la inmadura. En la primera puede desencadenar todo tipo de conflictos mientras que la segunda puede observarlo y desarrollar la capacidad de comprenderlo y proceder a su solución inmediata. La persona madura no se aflige constantemente, sabe tomar y soltar a cada momento. Entiende la diversidad de los fenómenos de la vida y la observa desde la consciencia, sin impulsividad. En la senda de la realización de sí, la madurez va de la mano de la consciencia.
El buscador persigue la madurez espiritual no como un logro ni una recompensa sino como un acceso a su naturaleza más real, lejos de los vaivenes emocionales que entorpecen la senda de la realización. Su corazón no está atrincherado por las heridas recibidas, sino que mantiene una actitud compasiva y trata de hacer de su experiencia, a veces amarga y otras dulce, un valioso tesoro donde guarda el más preciado valor que jamás nada ni nadie puede sustraerle.

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miércoles, 27 de julio de 2016

Cerrando círculos‏


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegrí­a y el sentido del resto. Cerrando cí­rculos, o cerrando puertas, o cerrando capí­tulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste ya a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capí­tulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. 
Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse.
No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardí­os, ni empleados de empresas inexistentes.¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentalmente, envenenarte y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capí­tulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí­ en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos dí­as, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver.
Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el cí­rculo.
(Texto atribuido a Paulo Coelho; corregido por él)

martes, 26 de julio de 2016

El equilibrio


Todo equilibrio se sustenta desde un control de las emociones. Es aquí, desde este enfoque como sucede la calma, el sosiego real. Si queremos conseguir un equilibrio ecuánime con nosotros mismos respecto a cualquier suceso, podemos vernos reflejados en un estado de paz en el que la calma vuelve a recobrar el propósito natural al que pertenece; que es la calma misma. Esto lo vamos a intentar fotografiar textualmente para verlo en su mayor relieve. Cuando ocurre algo que dices que no te gusta, puedes observar que en un tanto por ciento bien grande, siempre se debe a una oposición tuya ante el hecho. Los hechos de la vida van a seguir sucediendo digamos o nos pongamos como queramos. Estamos tratando el tema desde un enfoque de sucesos continuos porque es así como se alimenta la vida si cabe la expresión. 

Pero nunca vamos a defender ningún tipo de existencia que nos arrastre o nos lleve para cualquier lugar porque hay cosas elementales que nunca cambian y una de ellas es tu libertad de elección dada por tu libre albedrío. Dicho de otra forma: todo cuanto llega a tu vida lo has elegido tú en un cien por ciento. Aclarado esto proseguimos con el tema que nos ocupa. Algunos ven enseguida el absurdo de poner resistencia a las cosas que suceden, teniendo en cuenta que todo es elegido por uno. De todas formas, intentaremos exponer para aquellos que no vean el absurdo y quieran verlo. Porque el mismo tema que nos ocupa se va a hacer cargo de la situación para cuadrar ambos temas. Siguiendo aun de un tema para otro, añadimos que la forma en que eliges cómo suceden las cosas es a través de tus pensamientos, tus palabras, tus hechos, tus emociones, en definitiva tu forma de proceder ante la vida, o mejor dicho, en la vida, ya que Vida Eres.

Cuando sucede algo que dices que no te gusta y por tanto tiendes a cambiarlo, en muchas ocasiones se cambia, pero da la causalidad que se cambia por otra cosa que tampoco te gusta y a menudo llega un momento en que ya no quieres retocar más el/los sucesos. De todas formas el cuadro del aprendizaje sigue inacabado. El problema de que se acumulen sucesos (que podrían ser diferentes), viene precisamente por la oposición o resistencia hacia el mismo. La pregunta aquí es: ¿qué te impide fluir ante lo que llegue? Una enorme cantidad de personas aún tienen pendiente hacerse esta pregunta. ¿Será que no quieren recibir la respuesta por la carga avasalladora de honestidad a la que tendrían que enfrentarse? Es muy sencillo mirarlo así si queréis: cuando te opones a algo estas enfocado en oposición, y precisamente ésta es la misma puerta a la que estás llamando en tu experiencia, oposición tras oposición. 

Y todo el mundo sabe cuáles son aquellas cosas a las que nos referimos que en nada te puede afectar directamente y por tanto no tendrían por qué alterar el control de tus emociones que es de lo que trata este escrito. Sabemos que aún las altera, es cierto, y por ello estamos intentando desmenuzar en lo posible el texto aunque de todas formas siempre queden flecos por recortar, más cosas por decir, ya que la vida no tiene fin. Proseguimos: imagina por un momento que está ocurriéndote en este instante un suceso que no deseas y que nada tiene que ver contigo y en él hay varias personas interviniendo. Recuerda que dices que no lo deseas y lo dices para ti y para nadie más: ¿te dice esto algo? Imagina que solo lo estás observando, sin emitir juicios, sin tomar partido, sólo observas. ¿Podrías pasar por esta nueva experiencia? ¿Cuál es el miedo? ¿Lo que piensen los otros? 
Si cada uno está sumergido en sus propias películas. . . 

¿Entiendes a dónde queremos llevarte? En un caso como éste, solo tienes dos opciones: aceptar o sufrir. Recuerda que nadie elige por ti. No hay sufrimiento que no nazca desde una queja. Comienza en queja, viene enseguida el sufrimiento y con él, el juicio. Mira cuántas cosas has llamado a tu vida en breves instantes. Y después te quejas diciendo que tú no eliges nada, que todo lo eligen los demás por ti. ¿Otra queja? ¿Más sufrimiento? ¿Más juzgar a la Vida? ¿A que parece una película sin fin? Para aquellos que se hayan respondido a esta última pregunta con un sí, están de enhorabuena por saber que es precisamente eso, una película, una ficción, el montaje de tu vida, el guión elegido cada día... Pero cansa, ¿verdad...? ¿Cansa más que la observación? Dejamos esto en el aire. 

Vamos a proseguir, para algunos se pone interesante y queremos que sepáis que para nosotros también por el hecho de estar dando este escrito sin esperar nada a cambio y lo damos también sin defensión y con la libertad de sentir que no somos ni peores ni mejores que nadie. No queremos nada, y si algo quisiéramos es que seas feliz. Tan sólo somos dos personas que sentimos desde otro lugar y hasta ahí, lo que viene detrás, cada uno tiene que llegar solito/a. Eso sí, hay lugares donde todo está más claro, las personas pueden verse mejor entre sí, los enojos se terminan para siempre, la relaciones y los estrechamientos de manos, los abrazos, son todos más transparentes, el secreto se diluye, las viejas sensaciones de incomodidad sin sentido no tienen lugar, porque todo se ha vuelto más sutil (a veces de repente, otras no...), menos denso... Hay momentos en la vida en que el equilibrio llama a tu puerta, y llama, y llama... ¿pero quién abre? ¿Otro? 

Queremos de corazón que abras tú, tú eres nuestro sustento y para ti vivimos sin que nadie le deba nada a nadie. Y si la próxima vez (que está al caerte encima) tampoco abres, no pasa nada. Entiende al menos que esto te lo entregamos con amor sin pedirte nada. ¿Comprendes nuestras emociones?


LA VERDAD
Leticia R. Villaseñor & Javier G. Delgado
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar

lunes, 25 de julio de 2016

El contento interior

  Toda persona desea hallar estados de dicha y felicidad, y por contra, alejar todo lo que se pueda el dolor y el sufrimiento.
    Al buscar la felicidad estamos proyectando hacia el futuro, y es más, posponiendo la que podríamos disfrutar ahora. La felicidad sería otro gran tema a tratar, pero sucintamente... ¿Qué es la felicidad? ¿Ausencia de sufrimiento? ¿Alegría eterna?

    Son cuestiones que parecen enfocadas a que llegarán más tarde o temprano, si hacemos esto o lo otro, o si alcanzamos estos objetivos o aquellos. La verdad es que, aun logrando lo que nos propongamos, algo en nosotros no varía. Todos los esfuerzos nos han permitido ir, pero no llegar.

    Habría entonces que diferenciar entre goce y gozo.

    El goce está influenciado por factores externos y su cambiante dinámica. Éste se verá coloreado en función de los acontecimientos externos,  y además,  de nuestra interpretación mental, ya que para lo que algunos no es preocupante , para otros es la mayor de las fatalidades. El goce, que también puede ser sensorial, llega a veces a ser muy exaltado, provocando un posterior decaimiento debido a un reequilibrio de opuestos. Entonces, lo que se torna como una felicidad perdurable se convierte en pasajera, ya que al igual que los acontecimientos, está sometida a la transitoriedad. Además de disolverse dicha felicidad, nos deja el anhelo de la misma, ya que se provoca un apego al disfrute y un rechazo de su ausencia .
    El gozo viene de dentro. No está sometido al exterior, aunque eso no impida que el sujeto experimente todo tipo de sensaciones. No es alegría desbordante, no es felicidad compulsiva por consecución de resultados. Es un estado de contento equilibrado que no oscila entre sus extremos, permitiendo disfrutar con claridad mental y sin crear resistencias a las influencias del exterior. Nace de lo más interno; por ello es necesario el cultivo interior y su armonización. Éste permanece como un poso mientras se van sucediendo las eventualidades que ya no nos arrastran ni nos colorean.

    Alcanzar el contento interior siempre se verá precedido por cultivar la ecuanimidad, el discernimiento y la visión clara. Es cuestión de actitud, de dar a la cosas su peso específico sin enredar más de la cuenta.
    Un discípulo siempre veía contento a su maestro y éste le preguntó:
    - Maestro, ¿cómo que siempre que te veo estás contento?
    El maestro sin perder la media sonrisa, contestó:
    - Cada mañana al despertar me propongo dos opciones para durante el día. Estar contento o no estar contento, y mira, siempre elijo estar contento.

 Para muchos de nosotros esta actitud se nos resiste constantemente, pues nos vemos arrastrados una y otra vez por lo que nos sucede y no terminamos de anclarnos en nuestro eje. El contento debe surgir tan espontáneamente como una flor exhala su aroma. Debemos drenar la mente de impurezas, descodificar condicionamientos y, algo muy importante, evitar reacciones que producen samskharas, es decir, latencias subliminales. Ésta definición en el yoga es muy importante, ya que dichas latencias o impresiones que se van depositando en el inconsciente son muy poderosas y roban paz interior. La huella queda a través de la reacción, precedida de una percepción y una sensación. Para erradicar dichas impresiones se necesita la herramienta de la meditación, ya que ésta que consiste en la observación sin reacción, permite ir resolviendo conflictos del inconsciente y no permitiendo su incorporación al consciente.

    La persona que intuye un mejoramiento vital se pregunta una y otra vez cómo alcanzar ese contento, pues de todo lo que ha experimentado, no consigue sentir la plenitud que dicha experiencia debe proporcionar. Todo lo que hasta ahora denominaba contento estaba basado en exaltaciones que después daban paso a decaimientos; otras, alegrías que eran muy fugaces y en su desgaste afloraba y daba paso a la implacable insatisfacción.
    A veces, el buscador,  accede a estados de ánimo renovado y de completud, y trata en las vicisitudes de mantener un talante sosegado y equilibrado. Esos estados los experimenta de manera intermitente y no consigue alcanzar la vía directa hacia aquello que no esta sujeto a condiciones y se le denomina incondicionado.
    Una esfera donde la pantalla se mantiene al margen de lo proyectado en ella. Se proyecta fuego pero ésta no se quema, se proyecta lluvia, pero nunca es salpicada por el agua.

El trabajo espiritual germina la semilla del contento interior, pues no se alcanza, sino es el resultado de un florecimiento. Las emociones negativas se van enfriando y las reacciones, grandes causadoras de sufrimiento, se van debilitando. Todo ello permite el acceso de estados más ecuánimes que no dejan ser interferidos por aquellos que agitan y roban la paz interior. La ecuanimidad, deja a su vez, paso a la visión clara y la mente ubicada en el aquí y ahora. Todo ese desarrollo hace percibir en el sujeto que las vivencias pueden ser catalogadas desde otro prisma allende a ley sujeta de los opuestos.

    En definitiva, el contento interior hay que ganarlo, y a su vez, dejarse ganar por él. No es cuestión de idealizar un estado de dicha permanente, porque no hay nada que no esté sujeto al cambio, sino corregir actitudes para no inclinarse en extremos estados de ánimo y mantenerse en el centro de quietud. Ese puesto permite atestiguar todo aquello que surge y se desvanece, no dando mayor sustancia a lo insustancial, y no tomando por permanente aquello que se disolverá.
Así se gana menos distancia a la libertad interior, y permitimos que brote en nosotros mismos aquello que nos pertenece, que no es más que un estado pleno de contento y satisfacción interior.
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domingo, 24 de julio de 2016

Mente y conciencia


Antes de entrar en profundidad, vamos a intentar aclarar cada uno de los dos aspectos tan importantes. Para definir la mente en el contexto que queremos expresar, podemos decir que es una herramienta del Ser que sirve para enfocarnos en aquello que deseamos crear por medio de los pensamientos. Ahora bien, para ahondar un poco más desde el punto de vista práctico, no todo ser vivo dispone de mente, por ejemplo, un árbol no dispone de mente pero sí de conciencia ya que la conciencia está en todas las manifestaciones sean o no materiales. Podemos decir entonces, siguiendo el esquema por donde os queremos llevar, que el cuerpo mental es una de las tres entidades (nos parece el término más adecuado) que dispone el ser humano junto con el cuerpo emocional y la conciencia. Sentimos que todo ser vivo puede vivir sin cuerpo mental, pero TODO TIENE CONCIENCIA, nada escapa a esto, ni siquiera una piedra o un trozo de metal. Todo vive, todo posee una vibración. 

Aclarados estos conceptos básicos, continuamos ocupándonos de la mente o cuerpo mental. En un lenguaje coloquial, decimos que el ser humano ha ejercido un papel fundamental en el intento de separar la mente de la conciencia y del cuerpo emocional. A partir de aquí, ha intentado y conseguido ver la vida tan sólo desde la mente (herramienta válida para el raciocinio) y lo que ha visto, no parece gustarle, ya que entendemos que el querer ver toda la magnitud de la vida desde esta herramienta es prácticamente lo más parecido a un suicidio. La mente se ha convertido básicamente en una estructura lineal donde todo tiene un nacimiento, una continuidad y un final. Es por esto que la mente no puede ni por asomo atisbar de qué se trata la vida. Por tanto, si queremos ser ecuánimes con la labor más adecuada para la mente, nosotros sentimos que tan sólo se debería utilizar para las cosas cotidianas, prácticas. 

Ahora, ahondando un poco más, diríamos de forma imparcial: cuando una mente vive por completo en el presente (esto significaría el no perderse ningún instante con pensamientos impropios del momento), es la Conciencia quien toma el timón. Sentimos que la Conciencia no admite definiciones por admitirlo todo. Queremos decir con esto que intentar definirla desde el raciocinio mental seria como tirar unos dados sin formas y sin números y sin embargo los dados siempre Serían. Sólo te podemos decir que en verdad, la Conciencia es Quien Realmente Eres. Lo es todo y es nada. Así que ahora ya sabes que Eres todo y Eres nada, pero sobre todo eres Amor y para Amar no necesitas pensar. Amar es un concepto mental, la verdadera palabra es Energía. Ya hemos dicho antes que todo está vivo, pero ahora añadimos que no puede existir nada sin vida. Y tú, el Amor, no puedes dejar de vivir al igual que no puedes ir en contra de tu verdadera naturaleza que es la Vida. 

Por tanto no puedes matar nada ni a nadie, tan sólo puedes como mucho jugar con la materia y la materia es sólo una simulación de vida. Tu cuerpo físico (materia), es como un actor y cuando cae el telón, todos se levantan y sonríen. También te podemos decir que Eres eterno. Ahora intenta analizar todos estos datos desde tu mente y dime que todo esto es cierto. No puedes. Queremos decirte que no puedes utilizar la mente para referirte de una forma racional a la grandeza que Eres porque la Energía no es racional o irracional, no es verdad o mentira, simplemente Es. También sentimos claramente que si tú no existieras, nosotros tampoco podríamos existir, ni nosotros ni nadie. Y ahora puedes volver a tener sesenta mil pensamientos diarios para seguir perdiéndote a ti mismo. ¿Sigues aquí? ¿Quieres seguir en este instante irrepetible? ¿Quieres amarlo todo? Cuidado, ¡que serás feliz! Queremos explicaros cómo entendemos ver la vida desde Quien Realmente Somos. 

Y es por esto que se hace bastante cuesta arriba intentar procesar todo esto desde el anquilosado lugar de siempre. Pero no importa, bastará que niegues todo esto para seguir jugando a quien no eres. Y todo eso que no te gusta, volverá a repetirse una y otra vez hasta que te canses, hasta que te canses de verdad y no quieras más de lo mismo.

Vivir desde Quienes Realmente Somos implica la felicidad que tiene el que todo sea nuevo a cada instante, a que nada se repita porque sólo las ilusiones son las que siempre se repiten ya que son limitadas y no puedes aplicar aquí otra brújula que no sea tu verdadero sentir. Solo puedes confiar en estas palabras si en verdad resuenan dentro de ti. Y es más, sentimos que si confías en este texto es porque confías en ti. No es nuestra pretensión crear polémica, sí es nuestro entusiasmo acercarte a que puedas mirar con otros ojos no mentales. Y así, descubrir que la magia de la vida siempre estuvo observándote y sin embargo siempre decidiste sentirte solo. Vivir desde la Conciencia que Eres es una máxima sin igual, ninguna droga puede igualar el tener una vida plena y sin dependencias, conflictos, automatismos, miedos, sistemas de creencias... todo eso que inhabilita tu verdadero existir, todo eso que entorpece la libertad de SER UNO CON TODO.


LA VERDAD
Leticia R. Villaseñor & Javier G. Delgado
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar